Yo he tenido la suerte de asistir a una de las mayores revoluciones tecnológicas que ha habido en la historia de la medicina. En los últimos 30 años la reproducción asistida ha mejorado en todo, en su capacidad diagnóstica, en la tecnología que aplicamos en los laboratorios, como el timelapse, y por supuesto, en tres palabras que son fundamentales: eficacia, comodidad para la paciente y seguridad.
Eficacia porque gracias a las nuevas tecnologías hoy en día multiplicamos por tres o cuatro la capacidad fértil espontánea que tiene la especie.
Seguridad por supuesto gracias a los nuevos tratamientos que hoy en día disponemos, complicaciones como el síndrome de hiperestimulación ya prácticamente han pasado a la historia.
Comodidad para las pacientes.
En los tratamientos de fecundación in vitro que serían los más sofisticados, no llevan más de 15 días, de los que la mujer se está pinchando solamente durante 10 días, una sola vez al día, una medicación subcutánea.
La recuperación de los ovocitos es absolutamente indolora porque la hacemos bajo una sedación anestésica y viene a durar aproximadamente un cuarto de hora.
Y la transferencia embrionaria tiene el mismo grado de molestias de una citología vaginal a las que las mujeres están tan acostumbradas.
Eficacia, comodidad y seguridad han determinado que hayamos ayudado no solo a que en este momento el 4% de los niños que nacen en España sean gracias a la reproducción asistida, sino también a ampliarlo a otros campos como es el de la preservación de la fertilidad gracias a la vitrificación de ovocitos en mujeres que son jóvenes y están diagnosticadas de un proceso oncolófico, de un cáncer. O en mujeres que desean retrasar o posponer su maternidad