La colonoscopia es una prueba médica de carácter diagnóstico, que forma parte de las endoscopias digestivas y se utiliza por el especialista en aparato digestivo, para realizar un diagnóstico precoz del cáncer de colon. A través de ella se puede observar de forma detallada el colon o intestino grueso y el recto, final del intestino delgado, introduciendo a través del ano un colonoscopio o tubo flexible con una cámara en su extremo.
Su realización se indica si se presentan algunos de estos síntomas:
La colonoscopia requiere una preparación previa, siendo necesaria la limpieza total del colon, para lo que habrá que seguir una dieta 3-4 días antes, sin fibra y con ingesta de un laxante el día anterior. Hay algunos alimentos que no se podrán ingerir como por ejemplo, verduras, ensaladas, pescado o carne en salsa, embutido, fruta; si se puede tomar pasta, arroz, pescado y carne a la plancha, quedo duro, huevo, zumo filtrado, entre otros. En el caso de que se esté medicando con antiinflamatorios, ácido acetilsalicílico o si se toma Sintrom, se debe notificar al especialista.
Tras la colonoscopia se pueden alterar los reflejos, se pueden tener problemas abdominales, y alterarse la capacidad sensorial; por ello se recomienda ir acompañado, no conducir vehículos, descansar tranquilo, tomar una dieta suave, durante las primeras horas. Posteriormente se podrá tener una vida normal.
Entre los riesgos de esta prueba, que es raro que se produzcan, afectando a menos de un uno por mil, se encuentra el dolor y distensión de abdomen, la flebitis, la hemorragia, reacciones alérgicas, entre otros. Si esto ocurre, el tratamiento o la intervención quirúrgica, deben ser urgentes. Los riesgos pueden ser superiores si el objetivo de la colonoscopia es extirpar algún pólipo o realizar alguna otra intervención con carácter terapéutico.