En uno de los momentos más duros de mi vida, encontré en una pequeña consulta de la seguridad social a Morsi... Mi hija atravesaba una crisis muy grave, intervino con una medicación y aquellos movimientos involuntarios mutilantes, desaparecieron, sentí tanto agradecimiento que aún hoy, después de dieciséis años jamás lo olvidaré. Aunque la enfermedad de mi hija no tiene cura, Morsi nos alienta, me recuerda que lo estoy haciendo bien, siempre con una sonrisa. ¡Gracias!. Mari Carmen y Paula
Nada.
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