No tiene nada bueno.
Es inadmisible que haya un profesional así en nuestro sistema de salud público: prepotente, condescendiente, soberbio, con una nula empatía, arrogante, desconsiderado. El médico de cabecera debe ser de confianza, cercano y de acompañamiento, no la de alguien que se comporta con actitud engreída y altiva que no escucha a quienes acuden a él en busca de ayuda.
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