"En mis terapias uso técnicas específicas de intervención con el objetivo de trabajar áreas troncales que considero imprescindibles para la recuperación como son las habilidades sociales, la autoestima, la adaptación, el aprendizaje de nuevos patrones de comportamiento, el control de los impulsos y mecanismos de expresión, por ejemplo de la ira y de la agresividad, bien sea contra uno mismo o contra los demás."
Marina Alba Salvador es Licenciada en Psicología, y cuenta con Máster en Intervención de la Ansiedad y Estrés, ambas titulaciones por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en terapia cognitivo conductual, terapia Gestalt y terapia holística, y también en terapias de tercera generación como el Mindfulness. Trabaja en su consulta desde un enfoque integral, brindando a cada paciente la terapia adecuada según sus necesidades.
Profundizar en el ser humano, en sus inquietudes, ansiedades, anhelos, preocupaciones, tempestades emocionales y su largo, casi interminable etcétera, ¿no es acaso apasionante? Quizás no lo sea, pero a mí me apasiona.
Personalmente, es un campo hacia el que inconscientemente, algo más grande que yo, me ha orientado y me ha guiado desde que, yo sepa, tengo recuerdos. Mi afán de conocer y conocerme me ha traído a esta profesión a la que siempre vocacionalmente me he sentido predestinada a llegar. Tanto es así, que una y mil veces volvería a tomar esta decisión.
La mayor satisfacción que me aporta mi trabajo es conectar con las raíces que a todos nos hace iguales. Más allá de nuestros diferentes intereses, motivaciones, elecciones y dedicaciones, todos, absolutamente todos, tenemos un cuarto oscuro al que nos da miedo acceder. Nuestra caja de Pandora.
Y al conectar en terapia con esas nuestras profundidades redescubro una y otra vez, y sistemáticamente, la certeza respecto a nuestro poder de superación. Y es que, en ese cuarto oscuro convive también en nosotros esa lucecita, esa capacidad de progresar, de superarnos, de avanzar.
Será una opción quizás abrir determinadas puertas que conectan con nuestras debilidades, pero una vez abierta, también conectamos, no sólo con nuestra vulnerabilidad, sino también con nuestras fortalezas. Esa fortaleza que ha hecho que nuestra especie no deje de evolucionar. Y poder vivir esa aventura con mis pacientes sencillamente me resulta asombroso, admirable. Quedo sin palabras.
Esa es mi mayor satisfacción: sentir admiración y orgullo por lo que parece que somos y por lo que al final somos. Llenarme de lo que me demuestran mis pacientes que son (o somos) capaces: trabajar con valientes que sistemáticamente sacrifican lo que creen que son por lo que serán. Me maravilla descubrir mi aprender más yo con ellos que ellos conmigo, y que sin embargo me compartan sus éxitos y esfuerzo, como si también fueran míos. Esa es mi mayor satisfacción es poder sentir tanta gratitud: doy gracias cada día. Gracias a cada persona que ha llegado a mi consulta. En mayúscula. GRACIAS.
Algunos de los trastornos más recurrentes en mi consulta están relacionados con factores externos identificables, manifestándose en estrés, frustración, duelo ante la muerte de personas queridas o por cambios drásticos en su calidad de vida y/o salud. Otras veces influyen también factores intrínsecos como la predisposición genética.
Más concretamente, los trastornos más comunes entre los adultos que veo son el trastorno obsesivo compulsivo, los trastornos de ansiedad y del estado de ánimo (depresión, distimia, apatía, autoestima), los trastornos de personalidad y los alimenticios. Los tratamientos más demandados se dirigen por tanto a los trastornos emocionales y a los conductuales. Se trabaja a nivel individual teniendo en cuenta, por supuesto el contexto, y siendo imprescindible incluir a veces a la pareja y/o la familia del individuo demandante del servicio. En cualquiera de los casos, se trata de fomentar hábitos saludables que promuevan la salud.
Para hacer eso posible, en mis terapias uso técnicas específicas de intervención con el objetivo de trabajar áreas troncales que considero imprescindibles para la recuperación como son las habilidades sociales, la autoestima, la adaptación, el aprendizaje de nuevos patrones de comportamiento, el control de los impulsos y mecanismos de expresión, por ejemplo de la ira y de la agresividad, bien sea contra uno mismo o contra los demás.
Si bien el coaching no es psicoterapia, se dirige sin embargo a toda persona que busque mejorar su calidad de vida, su liderazgo individual y sus relaciones interpersonales. Como consecuencia, y desde mi punto de vista, psicoterapia y coaching van de la mano a lo largo del proceso terapéutico. Al final se trata de hacer un trabajo cooperativo, donde paciente y psicóloga somos un equipo con la misma intención: planificar y realizar un proyecto de vida que integre todas las dimensiones de la persona para así favorecer la consecución de sus metas y objetivos.
El vaciado de mente o consciencia plena es el arte de distinguir lo que está ocurriendo alrededor y ver lo que la mente dice que está aconteciendo. Consiste en especializarse en ser observador de los pensamientos, de los propios procesos mentales desenfrenados que divagan en nuestro interior, unas veces distrayéndonos, otras asustándonos, etc.
El objetivo es aprender a reenfocarnos, evitar la dispersión, aprender a priorizar el hoy, aquí y ahora, sin juicios de valor ni preferencias confusas.
Desde mi punto de vista, es una disciplina, un estilo de vida. Una convicción que cualquiera puede practicar y cultivar con perseverancia, práctica y tenacidad. Por eso, entiendo que el mindfulness es imprescindible en la psicoeducación. Lo enseño para reconocer el doble filo de la mente y usarlo en nuestro beneficio, por y para nuestra salud. Eso significa que ese potencial mental que tenemos nos sea adaptativo y no nos esclavice. Lo aplico, como el coaching, como complemento terapéutico eficaz.
Todos pasamos por momentos especialmente difíciles de atravesar que no constituyen un problema. Si bien en tales casos la persona es libre de recurrir a un psicólogo, este servicio es realmente aconsejable cuando la persona evidencia durante al menos seis meses un malestar cognitivo, emocional y/o conductual clínicamente significativo (ansioso, depresivo o quizás mixto) con sus correspondientes consecuencias a nivel personal, profesional y/o en sus relaciones interpersonales. Es tales circunstancias, cuando este estado entorpece el desempeño cotidiano, el sueño y el estado general del individuo creo que es recomendable ponerse en manos de un profesional. La psicología sanitaria pondrá a disposición de las personas un amplio espectro de técnicas terapéuticas que propician los cambios cognitivos, emocionales y conductuales oportunos y congruentes con los objetivos de la persona. Proporcionará orden al caos.