"En muchas ocasiones las adicciones sirven para no afrontar, para escapar, para no sentir, etc., por tanto, una psicoterapia que trabaje con cómo la persona se relaciona consigo mismo y con los otros a la vez que... puede ser la opción más adecuada"
José González Guerras es Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de Salamanca. Cuenta además con un Doctorado en Psicología Clínica y de la Salud, y un Máster en Psicoterapia Relacional. Es miembro de diversas federaciones y asociaciones de psicoterapia, reconocidas a nivel nacional. Desarrolla su actividad profesional en el Centro Psicológico Self, ubicado en la ciudad de Salamanca.
En la sociedad actual de consumo, en la que la publicidad la tenemos permanentemente y podemos acceder o accede ella a nosotros fácilmente las adicciones más recurrentes son:
- La adicción al juego (ludopatías), no en vano se puede acceder tanto presencialmente como online donde puede incluso no haber un control de la edad.
- La adicción a los móviles e internet. Fácilmente podemos entender que la tecnología se ha metido en nuestras casas y desde muy pequeñitos ya nos manejamos con este tipo de dispositivos, teniéndolos siempre presentes en nuestras vidas, algo sobre lo que la OMS ya ha advertido: “no se debe tener un móvil hasta al menos los 12 años y que no se debe acceder a las redes sociales hasta los 16”.
- La adicción al alcohol, que sigue siendo un gran problema de salud física y mental, y que al ser una droga legal la encontramos a todas horas y en todos los lugares, lo que favorece su consumo.
- La adicción a la cocaína, que ha pasado de ser una droga que la consumían los ejecutivos, o personas de negocios a consumirla todo tipo de personas ya que ahora pueden acceder económicamente a ella.
- Por último, tendríamos el hachís y la marihuana, la heroína, las drogas de síntesis, etc. Un apunte sobre el hachís y la marihuana, que a veces se intenta transmitir una buena reputación, y se pretende una permisividad hacia este tipo de sustancia. Estas drogas pueden provocar síntomas psicóticos y en algunos casos, la persona puede quedar atrapada en una esquizofrenia.
Desde mi punto de vista el tratamiento se ha de realizar en diferentes fases:
En una primera fase en la que el objetivo es que la persona deje de consumir, para ello debemos trabajar con la persona el cambio de estilo de vida, algo que con el paso del tiempo irá interiorizando y le hará sentir un mayor bienestar.
En esta primera fase, trabajar desde un modelo cognitivo conductual de cambio de conductas, con los pensamientos y cogniciones asociadas a este proceso, me parece lo más indicado, sin olvidarnos de la importancia que en todo tratamiento tiene el vínculo terapéutico, de confianza, que ha de ir evolucionando y desarrollándose desde los primeros momentos entre la persona que tiene problemas con las drogas y el terapeuta. El trabajo con la familia, si puede ser, en esta primera fase es muy importante, ya que las dinámicas de relación familiares pueden contribuir al problema o a la solución; por tanto, conocer, discernir y aplicar estas dinámicas en el tratamiento es de gran ayuda y valor para la terapia.
En una segunda fase, cuando hemos conseguido estabilizar la conducta de no consumo, nuestro objetivo sería que no se produzcan recaídas y, si se producen, trabajarlas lo antes posible para ver por qué se han producido y qué podemos hacer para que no vuelva a suceder.
Es importante que podamos trabajar sobre las causas que le llevaron, y le llevan, a consumir, para que la persona con este tipo de problemas pueda ir sintiéndose cada vez más capaz de afrontar las situaciones de la vida sin tener que drogarse.
Desde mi punto de vista este trabajo, a un nivel más profundo relacionado con por qué esta persona ha llegado a convertirse en un adicto, cuáles han sido las causas y los contextos que le han llevado a ello, se ha de realizar desde un modelo que trabaje desde lo afectivo-emocional en el que el terapeuta esté disponible para compartir los estados afectivo-emocionales del paciente, estados que en buena medida están relacionados con sentimientos de vulnerabilidad, de debilidad, de impotencia e indefensión y a través de la relación del vínculo seguro con el terapeuta el paciente va a poder aceptar y afrontar sus sentimientos de debilidad, defectuosidad, etc., ya que este tipo de sentimientos son centrales en esta clase de pacientes, debido a que en muchos casos no han sido reconocidos, ni validados como personas con su propia singularidad/individualidad, su identidad ha quedado en entredicho teniéndose que apoyar en las drogas para salir de esos estados de impotencia e indefensión que le pueden generar ansiedad, malestar, sentimientos de inadecuación, etc.
Por tanto, una psicoterapia que trabaje con cómo la persona se relaciona consigo mismo y con los otros, a la vez que vemos cómo todo esto afecta a su conducta y comportamiento, me parece la más adecuada. La opción más adecuada para mí es la Psicoterapia Relacional.
Sí. De hecho, en algunos casos las personas con este tipo de problemas tienen que ingresar en una comunidad terapéutica para alejarse de su contexto habitual, y aprender a planificar y desarrollar un estilo de vida diferente.
Al igual que en el consumo de sustancias cuando hay una adicción, al juego, al móvil, etc., el primer objetivo es que deje de realizar esa actividad, que se aleje de los estímulos relacionados con ella, porque si no nuestro cerebro nos va a seguir pidiendo que hagamos lo que veníamos haciendo, y todos los estímulos relacionados con la adicción, las luces, los sonidos, las máquinas, etc., nos van a llevar a querer seguir jugando o a manejar el móvil, el ordenador, etc.
También en una segunda fase, en la que continuaremos con el cambio de estilo de vida, es muy importante que la persona entienda por qué ha llegado a la situación que ha llegado y cómo puede ahora afrontar las cosas de una manera diferente, ya que la adicción hace que la persona se olvide de las otras cosas de la vida, como el trabajo, las relaciones con los demás, etc.
Como todos sabemos la adicción es el centro de la vida de la persona y todo lo demás gira en torno a esta. En muchas ocasiones las adicciones sirven para no afrontar, para escapar, para no sentir, etc., por tanto, todo lo que hemos comentado antes para las drogas vale para este tipo de adicciones.
Si es posible. Para ello es importante tener y sentir que estamos en un entorno que nos apoya y que comparte con nosotros nuestras emociones y sentimientos. También es crucial que nosotros tengamos la capacidad para afrontar los estados emocionales negativos, lo cual tiene que ver con nuestra autoestima y/o valoración personal y con nuestra resiliencia.
Si hemos vivido en un entorno que nos ha apoyado y además ha fomentado nuestra capacidad de afrontar las angustias, sentimientos y emociones negativas, como decíamos antes, interiorizamos la capacidad para aceptar y afrontar estas vivencias saliendo fortalecidos cuando sobrevienen periodos de crisis por cualquier circunstancia (perdida del trabajo, de una relación, muerte de un ser querido, etc.). Digamos que nos convertimos en personas resilientes, no solo capaces de aceptar y afrontar las situaciones, sino que además podemos salir fortalecidos de ellas.
Por tanto, para prevenir la depresión es muy importante nuestro entorno primario (nuestra familia) y que el entorno actual también sea un entorno que nos apoya. El entorno primario, nuestra familia, a mi modo de ver es el más importante pues es en él donde aprendemos nuestras fortalezas y capacidades, para que las situaciones difíciles no nos hagan entrar en depresión. No obstante, si hemos tenido un buen ambiente afectivo-emocional en nuestra infancia es muy probable que en la actualidad también tengamos un tipo de ambiente emocional parecido, pues a nivel consciente e inconsciente es el que nos llama y el que buscamos.
Como podemos ver, siempre hay una relación entre nuestros contextos y nosotros para bien y para mal. Somos seres biopsicosociales a los que la interacción de nuestra biología, con nuestros contextos (familiares, sociales y culturales) y con nuestra mente nos conforma como las personas que somos, con nuestra propia singularidad/subjetividad.
Por supuesto que sí, el ideal sería poder trabajar con la pareja, al igual que en el trabajo con la familia lo ideal es que asistan todos los interesados en el problema, pero sino asisten podemos trabajar con aquellas personas que han asistido a la terapia.
En toda pareja, como en toda familia, se dan unas dinámicas relacionales de las que muchas veces no son conscientes estos. Estas dinámicas relacionales pueden ser disfuncionales y generar conflicto y/o dificultades de comunicación, por ejemplo, a veces en la pareja un miembro necesita más espacio que el otro, tienen distintas distancias emocionales. y por tanto deberían de aprender a encontrar la distancia emocional adecuada para cada miembro de la pareja.
Cuando uno de los dos miembros de la pareja no viene a terapia, lógicamente trabajamos con la persona que viene, decir que la persona que viene suele ser la mujer. El fundamento para poder trabajar así tiene que ver con que, al producirse cambios en el miembro de la pareja que viene a terapia, esto afecta al otro miembro de la pareja que no ha venido, ya que cuando este se comporta de la manera que siempre se ha comportado el otro reacciona de una manera diferente, lo que le obliga a revisar la dinámica antes establecida ya que ahora no es la misma.
Imaginemos que el miembro de la pareja que no ha ido a terapia se enfada, como siempre se enfadaba, y antes su pareja se enfadaba también, incluso más, entrando en una espiral que cada vez hacía aumentar más este enfado, provocando verdadero malestar en los dos miembros de la pareja. Debido al trabajo realizado en terapia, la persona que ha acudido ha aprendido a contener y gestionar mejor sus emociones, por lo que puede reaccionar con calma, incluso haciendo bajar el nivel de descontrol del partenaire. La dinámica será diferente, la espiral de enfado se ha cortado y podrán acceder a un diálogo más mesurado para solucionar sus diferencias o no solucionarlas, pero el cisma de enfado y malestar no se ha producido al menos con la misma intensidad.