Laura es psicóloga con consultas tanto presenciales en Sant Boi de Llobregat como online. Su vocación siempre ha sido acompañar a las personas para que se sientan mejor consigo mismas y alcanzar su bienestar emocional. Este interés la llevó a graduarse en Psicología y a continuar su formación en distintos másteres y cursos. Su trabajo se centra en la psicoterapia, guiando a sus pacientes en los momentos más vulnerables de sus vidas y ayudándolos a enfrentar procesos de depresión, ansiedad y estrés.
La salud psicológica engloba que la persona tenga un bienestar emocional, es decir, que tenga un estado de ánimo con el que se encuentre a gusto, que sepa gestionar las emociones que siente y que la persona se sienta con la capacidad para afrontar los diferentes dilemas y situaciones que la vida nos plantea en el día a día.
Pienso que, para gozar de una buena salud, debemos tener cubierta toda la parte referente a nuestro bienestar emocional, por este motivo, decidí formarme en psicología y así poder ayudar y acompañar a las personas que en algún momento de sus vidas han sentido o sienten que no tienen las herramientas suficientes para gestionar un problema o situación, y se sienten vulnerables.
El estrés es una respuesta necesaria y adaptativa que la persona tiene ante una determinada demanda del medio. Cuando nuestro cuerpo reacciona con estrés, hace que estemos más alertas, que nuestro pulso se acelere y nuestros músculos bombeen con más fuerza. Esto es así, porque nuestro cuerpo reacciona para manejar la situación que se nos presenta. Por lo tanto, es una manera totalmente evolutiva y adaptativa que tiene nuestro cuerpo de adaptarse a las situaciones de la vida diaria.
Si hablamos de depresión, ya estamos hablando de un trastorno del estado de ánimo cuya sintomatología sería una gran sensación de tristeza, una visión pesimista del mundo, de los demás y de la persona misma, irritabilidad, cambios en el apetito, cambio en los hábitos del sueño. Además, la depresión es un trastorno que nos genera unos sentimientos de culpa la mayor parte del tiempo, anhedonia (pérdida de poder disfrutar o sentir placer con cosas que anteriormente sí que se disfrutaba) y unos pensamientos negativos recurrentes.
Tanto las fobias como el TOC se caracterizan por la aparición de ideas intrusivas e irracionales que generan miedo y ansiedad en el paciente.
La diferencia está en que las fobias son miedos irracionales a un objeto o una situación (fobia a las arañas, fobia a volar) y aunque la persona sabe que es un miedo irracional y obsesivo, suele tener una dificultad elevada para controlarlo.
Por otro lado, el TOC, también se caracteriza por tener unos miedos, pensamientos, intrusivos e irracionales, llamados obsesiones. Pero en este caso, se añade otro componente, que son las llamadas compulsiones. Son las acciones que el individuo realiza de manera compulsiva y repetida con la creencia de que así evitará el peligro que teme (por ejemplo, hay personas que tienen un miedo irracional a contaminarse con gérmenes, que serían las obsesiones, y su actuación sería lavarse las manos 20 veces para así evitar esa contaminación. El sujeto acaba en una especie de círculo vicioso en el que los pensamientos obsesivos y las compulsiones ocupan gran parte de su día a día).
La reestructuración cognitiva consiste en identificar aquellos pensamientos distorsionados que tiene la persona e intentar sustituirlos por otros más adecuados y realistas.
Por ejemplo, en el caso del TOC, se trabajarían las cogniciones disfuncionales como el perfeccionismo, la responsabilidad excesiva, la necesidad de control, etc.
En un caso de fobia a volar, por ejemplo, podríamos ayudar al paciente a reestructurar sus pensamientos catastrofistas, dándole datos sobre estadísticas de seguridad de los aviones, así como de la baja probabilidad que hay de que ocurra un accidente.
En los casos en el que el paciente experimenta trastornos de ansiedad también es de gran ayuda aplicar la reestructuración cognitiva para intentar cambiar esos pensamientos que causan ansiedad por otros mucho más funcionales.
Tener una baja autoestima nos influye en nuestras emociones y pensamientos, y por lo tanto en nuestra conducta. Una persona con una baja autoestima sentirá emociones como frustración, resignación, tristeza, etc., puesto que suelen tener problemas a la hora de tomar decisiones o intentar realizar cualquier cambio para conseguir una meta o un proyecto.
Son personas que suelen compararse con el resto continuamente, con el sufrimiento que esto conlleva y llegan a tener bajos estados de ánimo.
Hay que evitar compararnos con terceras personas, cada persona es única y aprender a quererse y aceptarse, siendo realistas con nosotros mismos.
No “etiquetarnos”, porque un día hayamos cometido un error, no somos unos “fracasados”, somos personas humanas que a veces cometemos fallos.
Valorar los aspectos positivos que tenemos, ya que a veces estamos tan obsesionados fijándonos en lo negativo, que solemos olvidar todo lo bueno que poseemos.
Ser benevolentes con nosotros mismos, no nos autofustiguemos ni critiquemos continuamente. Por el contrario, intenta cuidarte, hablarte bien, dedicarte tiempo para ti, y valorar todos los logros que consigas.
A veces, el dolor emocional que sentimos es tan sumamente grande e invalidante, que la persona recurre a lesionarse físicamente, para intentar “olvidar” el dolor emocional.
Al sentir un dolor físico, el cuerpo reacciona produciendo endorfinas, que, a corto plazo, pueden hacernos olvidar otras preocupaciones y otros dolores a nivel emocional. Pero a largo plazo, esta acción se convierte en una “rueda” autodestructiva y en la que la culpa ocupa un lugar privilegiado.
Hay que ayudar a las personas a que encuentren otras maneras de actuar para regular sus emociones, como, por ejemplo: coger un cubito de hielo y pasarlo por la zona dónde quieran autolesionarse, salir de la situación en la que se encuentren en ese momento, por ejemplo, yéndose del lugar 5 o 10 minutos, coger plastilina y descargar esa ira contra ella, etc.