Mariola López es psicóloga general sanitaria, con especialización en el tratamiento de adicciones a las nuevas tecnologías, trastornos de ansiedad y alteraciones del estado de ánimo, utilizando la Terapia Cognitivo-Conductual como enfoque principal.
La adicción a las nuevas tecnologías es un tema de creciente preocupación en nuestra sociedad actual. Existen varios signos que pueden indicar que una persona está lidiando con esta adicción. Uno de los más evidentes es el uso excesivo, donde el individuo pasa horas en redes sociales o jugando a videojuegos, a menudo más tiempo del que había planeado, es decir, presenta una pérdida de control, afectando negativamente otras áreas de su vida, como el trabajo, el estudio o las responsabilidades familiares. Esto se acompaña a menudo de un aislamiento social, ya que la persona prefiere interactuar en línea en lugar de participar en actividades sociales en persona, lo que puede llevar a un deterioro en las relaciones interpersonales. Por otro lado, cuando las personas no pueden acceder a la tecnología o intentan reducir su uso, se produce la abstinencia, y suelen aparecer síntomas como ansiedad, irritabilidad o frustración.
Desde el punto de vista físico, la fatiga visual, el dolor de espalda y el sedentarismo, pueden resultar como causa de un uso prolongado y descontrolado, y a menudo, esto se traduce en alteraciones del sueño, ya que el uso nocturno de dispositivos puede dificultar un descanso adecuado.
Es importante destacar, que muchas de las personas con adicciones a las nuevas tecnologías, refieren una preocupación excesiva y constante por las notificaciones, mensajes o actualizaciones, lo que les lleva a revisar sus dispositivos de manera compulsiva. Esta preocupación va ligada a menudo a sentimientos de tristeza, soledad o vacío cuando no están conectados, lo que aumenta su necesidad de estar en línea.
Uno de los efectos más inmediatos es la disminución de la concentración. Cuando las personas están constantemente distraídas por notificaciones, redes sociales o videojuegos, su capacidad para enfocarse en tareas importantes se ve comprometida, ya que puede resultar en una menor calidad del trabajo y en un aumento de errores, tanto en el ámbito académico como en el profesional.
Además, el uso excesivo puede conducir a la procrastinación, de manera que las personas pueden postergar tareas relevantes a favor de actividades más placenteras, como navegar por Internet, por ejemplo, lo que genera una carga adicional de estrés al acercarse las fechas de entrega o los plazos de trabajo, provocando ansiedad y culpa, que a su vez afecta el rendimiento. A esto se suma la reducción de las horas de sueño que repercute directamente en la memoria, el aprendizaje y la toma de decisiones.
En cuanto al impacto emocional, se puede experimentar estrés, ansiedad o depresión, y esto puede llevar a un menor compromiso y motivación tanto en los estudios como en el trabajo afectando a las relaciones interpersonales ya sea en el ámbito académico o laboral.
Aunque tanto la dependencia emocional de las redes sociales como la drogodependencia física pueden compartir ciertos rasgos, existen diferencias fundamentales entre ambas.
En primer lugar, la naturaleza de la dependencia es distinta. La drogodependencia física implica una adaptación del organismo a una sustancia, lo que lleva a la aparición de síntomas de abstinencia cuando se interrumpe su consumo debido a cambios bioquímicos en el cerebro que afectan a la función y el equilibrio emocional. En contraste, la dependencia emocional de las redes sociales no suele estar asociada a cambios fisiológicos, sino que se basa más en el deseo de interacción social y validación emocional, aunque puede provocar ansiedad o irritabilidad al no poder acceder a estas plataformas.
Otra diferencia clave radica en el tipo de gratificación que se obtiene. La drogodependencia física está impulsada por la búsqueda de una experiencia alterada, ya sea euforia, relajación o alivio del dolor. Por otro lado, si se trata de las redes sociales, esta dependencia se centra en la búsqueda de conexión social y reconocimiento, por ejemplo, en las notificaciones, "me gusta" y comentarios positivos que pueden proporcionar una satisfacción temporal, aunque esta gratificación es más efímera y menos intensa en comparación con el efecto que produce el consumo de drogas.
Además, la relación con el entorno difiere significativamente. La drogodependencia física a menudo se asocia con la marginación social y problemas legales, lo que puede llevar a un ciclo de aislamiento. En cambio, en el caso de las redes sociales, aunque también puede resultar en aislamiento, a menudo ocurre en un contexto social más amplio, donde la persona sigue interactuando con su entorno, aunque de manera superficial o a través de pantallas.
En cuanto al tratamiento y la recuperación también son distintos. La drogodependencia física generalmente requiere un enfoque médico y terapéutico más intensivo, que puede incluir desintoxicación y medicamentos para manejar los síntomas de abstinencia. En el caso de la dependencia emocional de las redes sociales, el tratamiento puede enfocarse más en la terapia cognitivo-conductual, la entrevista motivacional, la psicoeducación y la promoción de habilidades de afrontamiento, sin necesariamente involucrar un proceso de desintoxicación física.
Abordar la adicción a los dispositivos móviles puede ser un desafío, pero hay enfoques efectivos que pueden ayudar, especialmente a través de la terapia cognitivo-conductual (TCC) y la entrevista motivacional (EM).
En primer lugar, la terapia cognitivo-conductual es muy efectiva en el tratamiento de adicciones, incluida la adicción a dispositivos móviles. La TCC se centra en identificar y modificar los pensamientos y comportamientos disfuncionales que perpetúan la adicción, a través de la reestructuración cognitiva, donde se trabaja con el paciente para reconocer y desafiar pensamientos negativos o irracionales sobre el uso del móvil, como por ejemplo la idea de que no pueden vivir sin él. A través de este proceso, los individuos pueden aprender a desarrollar creencias más saludables y realistas sobre el uso de la tecnología.
Además, la TCC puede incluir la exposición gradual, donde se anima a los pacientes a disminuir su tiempo en dispositivos móviles de manera controlada y gradual, estableciendo límites de tiempo, creando espacios sin tecnología y utilizando aplicaciones que ayuden a monitorear y limitar el uso. Al implementar estos cambios de forma gradual, los pacientes pueden experimentar la reducción de la ansiedad relacionada con la desconexión.
Por otro lado, la entrevista motivacional juega un papel crucial al fomentar la motivación intrínseca del individuo para realizar cambios. A través de preguntas abiertas y escucha reflexiva, ayudamos a identificar sus propios motivos para cambiar, así como a establecer metas realistas y alcanzables, fomentando la autonomía.
Hay que destacar que el apoyo social juega un papel fundamental en la recuperación, ya que Involucrar a amigos y familiares en el proceso puede proporcionar un sistema de apoyo que refuerce las estrategias aprendidas en terapia.
El entorno familiar juega un papel crucial en el desarrollo y la prevalencia de adicciones, ya sean tecnológicas o relacionadas con sustancias. La familia es, a menudo, el primer entorno social en el que una persona se desarrolla, y sus dinámicas pueden influir significativamente en los comportamientos de los individuos.
En primer lugar, las normas y valores familiares establecen un marco para el comportamiento de los miembros de la familia. Si en el hogar se normaliza el uso excesivo de dispositivos tecnológicos o el consumo de sustancias, es más probable que los jóvenes adopten esos comportamientos como parte de su rutina. Por ejemplo, un hogar donde el uso de teléfonos móviles durante las comidas es habitual puede contribuir a la normalización de la dependencia de la tecnología.
Además, el apoyo emocional y la comunicación dentro de la familia son fundamentales. Un entorno familiar donde se fomente la comunicación abierta y se aborden las emociones de manera saludable puede reducir el riesgo de desarrollar adicciones. Por el contrario, en familias donde hay falta de comunicación, conflictos no resueltos o un estilo de crianza autoritario, los individuos pueden recurrir a las tecnologías o a sustancias como una forma de escapar de la tensión emocional o del estrés.
Es innegable, que los padres y otros miembros de la familia sirven como modelos a seguir, de manera que si los adultos en el hogar utilizan tecnologías de manera compulsiva o tienen problemas con el alcohol o las drogas, es más probable que los jóvenes imiten esos comportamientos, estableciendo patrones que son difíciles de romper más adelante.
Por otro lado, la presencia de factores de riesgo en el entorno familiar, como la violencia, el abuso o la inestabilidad económica, puede aumentar la vulnerabilidad a desarrollar adicciones, ya que los individuos pueden buscar consuelo en el uso excesivo de tecnología o en sustancias como una forma de manejar el dolor emocional o el trauma.
Las adicciones a las drogas tienen un impacto profundo y duradero en la salud mental a largo plazo, afectando tanto la estructura del cerebro como a su funcionamiento. El uso prolongado de sustancias altera los circuitos cerebrales relacionados con la toma de decisiones, el autocontrol, la motivación y el placer, lo que puede llevar a cambios permanentes en la forma en que una persona piensa, siente y se comporta.
Uno de los principales efectos es el desarrollo o agravamiento de trastornos mentales, es decir, las personas con adicciones son más propensas a padecer ansiedad, depresión, trastorno bipolar, psicosis o trastornos de personalidad. En algunos casos, se produce lo que conocemos como una comorbilidad entre la adicción y la enfermedad mental, y en otros, puede ocurrir que la adicción exacerbe los síntomas de estos trastornos, dificultando el tratamiento y aumentando el riesgo de recaídas.
A largo plazo, el abuso de drogas puede deteriorar funciones cognitivas como la memoria, la atención y la capacidad de resolver problemas, impactando negativamente en el funcionamiento de la vida diaria, lo que aumenta el riesgo de aislamiento social y deterioro de la calidad de vida.
Por otro lado, el consumo crónico de drogas también está vinculado a episodios psicóticos y al desarrollo de trastornos psicóticos permanentes, especialmente con sustancias como la cocaína, el cannabis y las anfetaminas, causando síntomas como delirios y un comportamiento errático, que a menudo requiere hospitalización y tratamiento psiquiátrico intensivo.
Aunque pueda parecer una paradoja, en la actualidad existen aplicaciones digitales diseñadas específicamente para ayudar a gestionar y superar tanto las adicciones tecnológicas como las químicas.
Algunas de las más destacadas son:
Estas herramientas son un complemento al apoyo terapéutico profesional y proporcionan recursos prácticos para monitorear hábitos, establecer límites y ofrecer soporte en los procesos de desintoxicación y recuperación de las adicciones.
En el proceso de recuperación de adicciones, tanto a las tecnologías como en drogodependencia, el apoyo de una buena red social y de amigos es vital, ya que brindan un soporte emocional que permite reducir el aislamiento y que las personas se sientan comprendidas en esos momentos de vulnerabilidad.
En este sentido, los amigos y la familia actúan como un recordatorio constante de las metas de recuperación, reforzando el compromiso y la motivación de la persona con el proceso, ya que los vínculos sociales positivos pueden inspirar a la persona a adoptar hábitos saludables y participar en actividades recreativas o deportivas que desvíen la atención del objeto de la adicción, reduciendo el riesgo de recaídas al ofrecer alternativas seguras y saludables frente a situaciones de riesgo.