Dificultad en el enfoque de los objetos lejanos, visión borrosa, necesidad de acercarse mucho a la televisión para ver, falta de definición de las formas... Si está experimentando estos síntomas, es probable que padezca algún grado de miopía. La miopía es, precisamente, un fallo en el enfoque de los objetos y uno de los defectos visuales más extendidos entre la población: se calcula que más de un cuarto de la población mundial sufre esta alteración, que puede causar importantes transtornos y deterioro de la calidad de vida.
En condiciones normales, las imágenes se enfocan sobre la retina, pero las personas que sufren miopía enfocan por delante de la retina, por lo que la visión lejana se hace borrosa e indefinida. Para hacernos una idea, sería como si mirásemos a través del objetivo desenfocado de una cámara fotográfica. Esto sucede cuando la córnea, la 'cúpula' transparente que cubre el ojo, tiene una forma más curvada de lo normal o si el globo ocular es demasiado largo.
Cuándo aparece la miopía
Aunque la miopía puede aparecer tanto en niños como en personas adultas, habitualmente se detecta en la infancia, especialmente entre los 8 y los 12 años de edad. La mayoría de los casos están relacionados con el incremento de la longitud del ojo, directamente vinculado con la etapa de crecimiento de la persona.
Por eso, la miopía suele aumentar durante la adolescencia, y en torno a los 20 años lo normal es que se estabilice. Sin embargo, hay casos en los que la evolución negativa continúa en la edad adulta, lo que conlleva riesgo de desarrollar miopia magna y otras alteraciones graves asociadas. Cuando la graduación es de más de ocho dioptrías, existe un claro riesgo de complicaciones visuales.
Factores de riesgo de la miopía
La miopía, hoy por hoy, no tiene cura, aunque sí tratamientos correctivos que consiguen que los rayos de luz vuelvan a converger sobre la retina. Estos tratamientos pueden ser:
Por cirugía refractiva entendemos todas las operaciones que se realizan en el ojo para reducir o eliminar los errores de enfoque que sufre una persona. Así, el paciente deja de depender de las gafas o las lentes de contacto, aunque no en todos casos, puesto que en las miopías más elevadas puede quedar alguna dioptría residual. Sin embargo, la calidad de vida mejora claramente.
En la actualidad existen diferentes técnicas de cirugía de la miopía, que se adaptan a las condiciones físicas del paciente y a sus necesidades. La elección una u otra técnica es un punto clave, del que depente el 80% de las probabilidades de éxito de la intervención. Por eso, es una decisión que se toma bajo estricto control del oftalmólogo, y tras someterse a pruebas imprescindidibles como una exploración ocular completa o un test de agudeza visual, entre otras.
Factores como la edad, el número de dioptrías o el estado de la córnea y de la retina condicionan el tipo de cirugía que se empleará.
Para someterse a cirugía refractiva, es necesario que la miopía esté estabilizada
De lo contrario, la alteración podría aparecer de nuevo. Por eso, la edad es un factor clave. Normalmente, esta operación se aconseja a partir de los 20 años, cuando el paciente ha terminado su periodo de crecimiento y el ojo se encuentra en un estadio 'maduro'. Pero es cierto que esta edad es orientativa, así que ¿cómo saber si la miopía se ha estabilizado? Aquí, el control del oftalmólogo es determinante: se considera que una miopía no está estabilizada cuando se detecta un aumento de al menos una dioptría al año, constatado a través de un examen profundo del ojo a través de la dilatación de la pupila. Por lo tanto, la graduación a través de las tablas optométricas, que se realiza en la óptica, no es suficiente para asegurar una determinación exacta de la dioptrías.
¿Es recomendable operar a partir de un número determinado de dioptrías?
Lo cierto es que no existe una cifra concreta: por ejemplo, alguien que utilice gafas aunque tenga solamente una dioptría, y que se sienta incomodado por tener que usarlas, puede ser un perfecto candidato a la cirugía.
En qué casos no es recomendable operar la miopía
Por ejemplo, las mujeres embarazadas o que tengan previsto estarlo en los un plazo de tres meses, deberían postponer la intervención, ya que una de cada cinco gestantes sufre alteraciones en su refracción ocular.
Otras situaciones en las que los médicos desaconsejan la cirugía son los casos de enfermedades que puedan propiciar la aparición de efectos secundarios tipo mala cicatrización, debilitamiento de la córnea o inflamaciones.
Existen dos grandes tipos de cirugías de la miopía: las corneales y las no corneales.
Técnicas corneales
La más generalizada en la actualidad es el láser, que pertenece al primer grupo, ya que aplana la córnea para corregir el error de enfoque. Dentro de las técnicas con láser hay dos procedimientos diferentes:
Ambas operaciones son relativamente sencillas y prácticamente no implian riesgos durante la intervención.
También existe un grupo de cirugías corneales que no implican láser: son los procedimientos incisionales o Queratotomía Radial (QR). Aquí, se realizan incisiones alrededor de la córnea, con lo que ésta se aplana en su parte central y se consigue corregir el error de enfoque. Se utiliza en raras ocasiones, ya que a menudo produce hipermetropía y solamente se puede practicar en personas con dos dioptrías o menos.
Técnicas no corneales: lentes intraoculares
Las técnicas no corneales son intraoculares, y consisten en la introducción de una lente dentro del ojo. Estas cirugías tienen, también, sus ventajas e indicaciones. Al no 'tallar' ni actuar sobre la córnea, ésta queda en perfecto estado y no hay riesgo de ojo seco tras la intervención. Son operaciones reversibles que permiten eliminar mucha graduación, hasta más de 20 dioptrías. Por eso, son la opción en los casos de las miopías más altas, y permiten combinarse posteriormente con el láser para corregir dioptrías residuales. Las lentes intraoculares pueden implantarse entre la córnea y el iris (lente fáquica Cachet) o entre el irirs y el cristalino (lente fáquica ICL).
También tienen sus inconvenientes: son intervenciones mucho más complejas que el láser, ya que se opera dentro del ojo, sobre estructuras muy delicadas. En este caso resultan determinantes la experiencia del médico y las decisiones que tome en cuanto a la graduación y el tipo de lente. También existe un mínimo riesgo de complicaciones derivadas de la lente, como catarata, aumento de tensión ocular, etc.
Hoy por hoy, la cirugía de la miopía es un proceso seguro y que acumula ya una larga praxis. Sin embargo, es necesario tener en cuenta una serie de recomendaciones antes, durante y después de la intervención para garantizar el éxito y minimizar las molestias. Siga estrictamente las medidas que establezca su médico para su caso concreto.
Antes de la cirugía
Al finalizar la operación