La cirugía sin sangre, aunque tiene un origen que se remonta al siglo XX, -concretamente a la actividad del cirujano ortopédico Adolf Lorenz, conocido como el "cirujano sin sangre de Viena"-, el surgimiento como nueva disciplina es mucho más reciente. En los años 60 el doctor Denton Cooley hizo la primera cirugía a corazón abierto sin transfusión, un hito clave en su evolución, imparable en las siguientes décadas.
En la actualidad, la expresión "cirugía sin sangre" adopta un enfoque amplio y engloba muchas técnicas, como la eritopoyetina o administración de hierro para estimular la propia eritropoyesis del paciente; técnicas quirúrgicas mínimamente invasivas; el uso de sustitutos de la sangre (Perftec, Perftoran, PolyHeme, etc); la hemodilución normovolémica o, por ejemplo, métodos de almacenamiento de la propia sangre del paciente.
Más allá de aludir meramente a las técnicas invasivas, es un concepto que abarca también a las no invasivas y protocolos. En concreto, la expresión se refiere tanto a la cirugía que no hace uso de sangre o de transfusiones de sangre como a aquella que no requiere de sangre alogénica (de otra persona), por ejemplo recurriendo a la transfusión autóloga, donada por el mismo paciente.
La cirugía sin sangre, por lo tanto, no solo es un último recurso. También puede considerarse una mejor opción para prevenir las infecciones y complicaciones postoperatorias atribuibles a la sangre. Entre otras, las infecciones virales como el VIH o la hepatitis. Además, resulta menos costosa, permitiendo importantes ahorros económicos.