La microinyección (ICSI), también denominada inyección intracitoplasmática de espermatozoides, es una técnica de reproducción asistida, variante de la fecundación in vitro convencional, más avanzada, que permite mayores tasas de éxito. La principal diferencia es que se inyecta un único espermatozoide en el citoplasma del óvulo, mientras que en la fecundación in vitro convencional se necesitan entre 50.000 y 100.000 espermatozoides.
Básicamente, se trata de una técnica que consiste en inseminar un óvulo mediante la micro inyección espermática. En otras palabras, se introduce el espermatozoide seleccionado dentro del óvulo, por lo general en situaciones de espermatozoides u óvulos viables escasos o, por ejemplo, fracaso en la Fertilización in Vitro (FIV), en cuyo caso puede considerarse una variación de la misma.
En sus inicios, allá en los años noventa, la ICSI se introdujo para solucionar problemas severos de infertilidad masculina, entre otros los problemas con el esperma, como la ausencia o bajo número de espermatozoides, baja movilidad o espermatozoides sin la morfología idónea.
Otras posibles indicaciones son las mencionadas, como aquellos casos de mala calidad ovocitaria, microinyección de óvulos vitrificados o fracaso reiterado en inseminaciones artificiales.
Explicado de forma breve, la ICSI consiste en la fecundación de los ovocitos por inyección mediante una micropipeta de un espermatozoide en su interior, técnicamente en su citoplasma.
Su aplicación, así pues, exige la obtención y preparación de los gametos (los óvulos y los espermatozoides) con el fin de obtener embriones, por otro lado hay pasos comunes en los tratamientos de reproducción asistida.
Al tratarse de un método mecánico, con esta técnica no se produce la unión del espermatozoide con la zona pelúcida o capa externa del ovocito ni tampoco la penetración de la misma mediante enzimas.
La microinyección (ICSI) presenta unas fases muy similares a la fecundación in vitro convencional:
ICSI y embarazo son un binomio de éxito. Si bien los resultados no pueden garantizarse, como es lógico, sí puede hablarse de un alto porcentaje de éxito que se traduce en una tasa de fecundación de entre un 70 y un 75 por ciento.
Al margen de la posibildiad de recurrir a la donación de semen, para mejorar la ICSI es conveniente hacer una selección de los espermatozoides móviles de buena calidad mediante técnicas específicas. Sin embargo, hay que tener en cuenta que estos extras suponen un mayor coste del tratamiento.
En cuanto a su precio, el tratamiento de la ICSI puede superar los 5.000 euros, si bien en algunos supuestos la seguridad social puede cubrirlo, por lo que conviene informarse al respecto.
La FIV clásica se diferencia de aquella que introduce la ICSI en la utilización de esta técnica de microinyección, por lo que el resto de los pasos anteriores y posteriores a la inseminación son los mismos. Por lo tanto, fundamentalmente cambia la técnica utilizada de inseminación.
Entender la ventaja que supone la ICSI en este contexto es sencillo teniendo en cuenta que ésta solo necesita un espermatozoide por óvulo, frente a los 50.000 y 100.000 exigidos en la fecundación in vitro clásica. Una enorme diferencia que se explica por el hecho de que sea el mismo espermatozoide el que haya de penetra el óvulo.
Tras fecundarlo, el óvulo queda fertilizado y se convierte en preembrión. Es decir, el embrión constituido in vitro, para luego transferirse al útero con el fin de continuar con su desarrollo.
En la FIV no suele realizarse la ICSI, salvo que se recomiende. Un indicador clave que aconseja su uso es el número de espermatozoides sanos por óvulo, que en una FIV se precisa en torno a los 50.000 y 100.000. Por lo tanto, cuando el número de espermatozoides móviles no es suficiente recurrir a la ICSI podía ser una solución.
En todo caso, confluyen una serie de factores en cada pareja, por lo que será el especialista en reproducción asistida o equipo de especialistas el que aconseja al respecto, tanto para la realización de la ICSI con semen de la pareja como donado.
Aunque se trata de una técnica bastante segura, no pueden obviarse algunos riesgos. Entre otros, el aumento de probabilidades de sufrir un embarazo ectópico, un riesgo que comparte con la FIV.
Igualmente, hay más posibilidades de sufrir embarazos múltiples con una ICSI que cuando se trata de la concepción natural. Ello es así porque se introducen varios embriones para aumentar las probabilidades de implantación.
De no hacerlo, lógicamente, se reducen éstas, con lo que hay que encontrar un equilibrio entre ambas cosas en función de las características de cada caso. Por último, la sobre estimulación hormonal también puede producir coágulos de sangre e insuficiencia renal, aunque ocurre muy raramente.