Entendemos por periostitis la inflamación de tipo degenerativo que afecta al periostio, nombre que recibe la membrana o capa más superficial del hueso.
Se trata de la inflamación del tejido que separa al hueso del músculo y afecta a la espinilla, localizada en la parte inferior de la tibia, razón por la que se conocer como periostitis tibial.
Si bien puede ser pasajera, cursa con dolor y lo más aconsejable es acudir al médico para diagnosticar la gravedad de la misma. El síntoma más característico es un dolor difuso e hinchazón.
Por otra parte, la periostitis es una de las lesiones más típicas de los corredores. A la hora de identificar los síntomas, tengamos en cuenta que el dolor sólo aparece al correr o saltar, y por lo general en ambas piernas. Es un dolor localizado que se calma con el reposo y vuelve a aparecer cuando se realiza actividad física a consecuencia de la misma inflamación.
La detección temprana es fundamental para el éxito del tratamiento, evitando que se convierta en un problema crónico.
Existen dos tipos de periostitis tibial, la periostitis tibial posterior y la periostitis tibial anterior.
El reposo es una primera medida importante. No se trata de no moverse, sino de dejar que la zona afectada descanse sin sobrecargarla con esfuerzos. A su vez, siempre bajo el consejo de un profesional, podemos realizar estiramientos para recuperarnos más rápidamente.
Un reposo relativo, por lo tanto, que consista en la disminución de la carga, poniendo como límite el dolor, aumentando de forma progresiva la misma y, por otro lado, evitando los cambios bruscos.
Asimismo, es importante eliminar la causa o causas para que la recuperación sea a largo plazo, desde el tipo de calzado hasta corregir el apoyo o hábitos de vida poco saludables como el estrés, la mala alimentación o estar al voltante durante horas, pongamos por caso.
Siguiendo el consejo profesional (farmacéutico, traumatológico o fisioterapeuta) podemos tomar antiinflamatorios o aplicar frío local para reducir el dolor, así como usar calcetines compresivos o bandas de esparadrapo.
En ocasiones, el simple uso de calcetines de compresión puede ayudar a reducir las molestias lo suficiente como para controlar el problema, sin que ello quiera decir que deban dejarse de lado las prácticas preventivas.
Igualmente, después de los estiramientos se puede aplicar un masaje descongestionante con una pomada antiinflamatoria. Pero, sobre todo, en los casos más graves es importante cesar la práctica deportiva hasta tener la valoración de un profesional para establecer el mejor tratamiento.
Por el contrario, hemos de huir de las fuentes de calor, en particular estar cerca de las estufas o los ambientes caldeados en general, así como de tomar el sol sobre la toalla en la playa o la piscina.
De igual manera, sería una mala idea ponerse gel de calentamiento en la zona para atenuar el dolor, pues conseguiríamos el efecto contrario, al tiempo que se recomienda la aplicación del frío después del entrenamiento, pero no antes.
Al margen de que la genética tiene mucho que ver en su padecimiento, así como en la mayor o menor gravedad de la misma, las situaciones más complicadas suelen ocurrir cuando no se actúa a tiempo, dejando que el problema vaya a más sin tomar medidas.
Realizar un buen entrenamiento, dosificando los esfuerzos y sin olvidar el calentamiento previo, los descansos y los estiramientos tras finalizar la actividad física ayudará de forma significativa.
Por otra parte, estemos pendientes de aspectos que pueden provocar esta dolencia, como el calzado, los problemas biomecánicos de la pisada, un entrenamiento duro y/o mal planificado o la superficie del entrenamiento. En particular, practicar deporte sobre superficies duras aumentará las probabilidades de que el periostio se inflame.
Junto a una buena gestión de la actividad física, el fortalecimiento de la zona también hará una gran diferencia a la hora de prevenir la periostitis tibial. Para ello podemos coger con ambas manos una toalla enrollada y realizar un movimiento hacia delante y hacia atrás con la punta del pie, en la parte central, como si pisáramos el acelerador del coche.
Por último, los estiramientos no solo sirven para tratarla, sino también para prevenirla. En ambos casos, lo ideal es llevarlos a cabo antes y después del entrenamiento.