Demasiado a menudo olvidados, los pies suelen recibir escasa atención, cuando se trata de una parte de nuestra anatomía fundamental para tener una buena calidad de vida, por lo que debería cuidarse. Sobre todo, en los casos más difíciles, puesto que pueden acabar siendo el origen de problemas de salud graves. El concepto de pie de riesgo está relacionado con las consecuencias que pueden tener en los pies diversos trastornos o enfermedades sistémicas, aumentando el riesgo de padecer lesiones.
Una breve y sencilla definición de pie de riesgo, por lo tanto, alude a esas complicaciones que pueden derivar de determinados trastornos o patologías hasta implicar, en casos extremos, la amputación del pie o pies.
En razón de estas circunstancias, los pacientes deben poner atención en vigilarse los pies a menudo, siguiendo las indicaciones del especialista. Como norma general a tener presente, no olvidemos que estamos ante unos pies que exigen unos cuidados especiales.
Son cuidados prácticamente diarios, tanto a nivel terapéutico, si se precisara, como de prevención y, en todo caso, solo lograremos la mayor eficacia si se cuenta con una atención personalizada.
Los problemas pueden venir en forma de heridas e infecciones, deformaciones, pérdida de sensibilidad táctil, atrofia muscular o, entre otros, la aparición de úlceras. Cada patología y paciente aconsejarán unas u otras medidas preventivas que es fundamental seguir para aumentar las probabilidades del éxito preventivo.
Aunque el pie de riesgo se diagnostica a partir de una u otra patología o problemas de salud específicos, normalmente, este problema tiene un denominador común, ya que se deriva de una neuropatía y/o vasculopatía periférica.
La neuropatía periférica es un término general para el dolor o la molestia ocasionados por el daño a los nervios del sistema nervioso periférico. un daño sobre las terminaciones nerviosas, siendo los nervios de las manos y los pies son los más afectados. Se produce una pérdida de sensibilidad y debilidad.
La neuropatía provoca dolor o síntomas como los apuntados por el daño causado a los nervios del sistema nervioso periférico, puesto que éste se compone de nervios que llevan señales desde el cerebro y a la médula espinal hacia las manos y los pies, entre otras partes del cuerpo periféricas.
Por su parte, la vasculopatía periférica, antes llamada enfermedad vascular periférica, afecta a los vasos sanguíneos que irrigan las piernas y los pies. Al producirse un estrechamiento y endurecimiento de las arterias disminuye el flujo sanguíneo, pudiendo lesionar los nervios o los músculos.
Tanto una como otra son habitualmente asociadas a enfermedades y factores de riesgo diferentes. Como más frecuentes, mencionaremos la diabetes, el alcoholismo, el tabaquismo o la lepra, sin olvidar patologías menos conocidas, que también cursan con neuropatía y /o vasculopatía periférica, entre ellas la enfermedad de Charcot-Marie-Tooth (CMT, por sus siglas en inglés) o la espina bífida.
El pie de riesgo diabético es una de las complicaciones crónicas que más temen los pacientes de diabetes mellitus. Cada año, millones de diabéticos de tipo 1 o de tipo 2 desarrollan úlceras en los pies, variando su prevalencia en los distintos países.
Al igual que ocurre con la diabetes en general, y con tantas otras enfermedades, el pie diabético debe tratarse desde una visión multidisciplinar. Podólogos, cirujano vascular, medicina interna, enfermeros, etc., que trabajarán coordinadamente con el fin común de prevenir la ulceración o, en caso de no lograrse, al menos evitar la amputación.
El concepto de pie de riesgo diabético alude fundamentalmente a este problema, sin dejar de enmarcarse en el tratamiento general de la patología. Si tomamos como referencia la clasificación de pie de riesgo (clasificación de Wagner) conoceremos los distintos niveles o grados de gravedad para así poder prevenir úlceras y amputaciones.
- Grado 0: no existe úlcera ni problemas de sensibilidad del pie, pero sí deformidades articulares y de las uñas, sequedad de la piel o fisuras, entre otras.
- Grado 1: encontramos úlceras superficiales. Se produce una afección al espesor de la piel y la pérdida de la sensibilidad protectora del pie.
- Grado 2: pérdida de la sensibilidad protectora del pie, aumento de presión plantar o callosidades, así como enfermedad vascular periférica.
- Grado 3: la úlcera es profunda, cursando con abceso y/o osteomielitis, es decir, inflamando a la vez médula ósea y hueso.
- Grado 4: la gangrena es limitada, con una necrosis parcial, por lo que afecta únicamente a una parte del pie.
- Grado 5: la gangrena se ha extendido y afecta a todo el pie, con diversos efectos sistémicos, es decir, afectando al cuerpo en general.
A partir del estadio en el que se encuentre el paciente se llevarán a cabo distintas planificaciones. Esencialmente para prevenir lesiones o, de producirse, para ayudar en su tratamiento, idealmente de manera coordinada por el equipo multidisciplinar.