"Para que se produzca una enfermedad alérgica es necesario, por un lado, una susceptibilidad o predisposición genética hacia una determinada sustancia, denominada alérgeno; y por otro, factores medioambientales, esencialmente la exposición a dicho alérgeno."
Dr. Antonio Barrientos González, licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Granada, experto en alergias por la Universidad de San Jorge.
Ha participado en diversos congresos de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica y la Sociedad Andaluza de Alergología e Inmunología, así como en formaciones organizadas por la Universidad Internacional de Andalucía, Universidad de Valencia, entre otros, manteniéndose siempre a la vanguardia en todos los tratamientos de las patologías alérgicas.
Tras completar mis estudios de Medicina y obtener mi licenciatura, completé mi formación en el Hospital Comarcal La Inmaculada de Huercal Overa (Almería), donde hice una rotación por los diferentes servicios: urgencias, radiología, traumatología, cardiología, otorrinolaringología, medicina interna y neumología.
En aquella época no existían especialistas en alergología en todos los hospitales, por lo que dicha materia la asumían otros facultativos. En el caso del hospital mencionado, el Dr. Galo Fernández, Jefe del Servicio de Neumología, magnífico profesional y mejor persona, fue fundamental para mi implicación en este maravilloso y fascinante campo.
En esta especialidad se trataban,esencialmente, las alergias respiratorias (asmas y rinitis-rinoconjuntivitis). Esa fue la puerta por la que entré en contacto con las patologías alérgicas, y desde entonces he dedicado gran parte de mi trayectoria profesional a su estudio.
En los últimos tiempos dicho estudio se ha mantenido e incluso incrementado gracias al Dr. Manuel Alcántara, al que aprovecho para felicitar por su trabajo en la difusión y conocimiento de la alergología, entre los profesionales médicos de atención primaria, asignatura pendiente en el sistema sanitario y eslabón fundamental para la detección de estos cuadros y condición sine qua non para su control y tratamiento oportunos.
La tesis más aceptada es que para que se produzca una enfermedad alérgica es necesario, por un lado, una susceptibilidad o predisposición genética hacia una determinada sustancia, denominada alérgeno; y por otro, factores medioambientales, esencialmente la exposición a dicho alérgeno.
También se habla de otros factores relacionados con la alimentación, la contaminación (el humo, de manera especial el del tabaco) y procesos infecciosos víricos en las primeras etapas de la vida (bronquiolitis por virus sincitial respiratoria) en el caso específico del asma bronquial.
Indiscutiblemente, el diagnóstico molecular ha sido la gran innovación que ha supuesto una importante revolución para el correcto diagnóstico y, por tanto, para la adecuada actitud terapéutica, además de su valor pronóstico en el mundo de la alergología.
Aunque estamos en los albores, y queda mucho por investigar y avanzar en este campo, lo que ya se conoce es de gran utilidad para el adecuado abordaje de estas patologías, siendo éste el gran reto para el futuro inmediato.
Antes, el diagnóstico alergológico se hacía con la fuente y a partir de ahora se está empezando a hacer el denominado diagnóstico molecular, con la proteína y/o proteínas específicas, que incrementará de manera considerable la exactitud del juicio clínico y ayudará a diferenciar la mera sensibilización (pruebas alérgicas positivas) de la alergia propiamente dicha (aquella en que la sensibilización es responsable del cuadro cínico alérgico que presenta el paciente).
Pongamos un ejemplo que pone en valor la importancia del diagnóstico molecular. Hace unos años se decía que un paciente era alérgico al huevo (Diagnóstico alergológico con la fuente), hoy ya se determina a que proteína y/o proteínas específicas del huevo presenta hipersensibilidad, vg. ovoalbúmina y/o ovomucoide (Diagnóstico molecular). Ello tiene implicaciones nutritivas, terapéuticas y pronósticas, ya que si presenta alergia a la ovoabúmina, al ser una proteína termolábil que se destruye con el calor, el paciente podrá comer huevo cocinado (en tortilla, por ejemplo) y la alergia al huevo tenderá a la remisión, mientras que si lo es a otra proteína omo el ovomucoide, que es termorresistente, no podrá comerlo y además hay un mayor riesgo de persistencia de la alergia a este alimento.
Quiero dejar 4 reflexiones finales: