Por lo general, tras comentar el problema con el pediatra, éste valorará el problema y, en muchos casos, podría remitir al podólogo infantil. En otras ocasiones, los padres sospechan que el niño tiene problemas y acuden directamente al especialista.
En caso de no observarse anomalías, es recomendable hacer un examen con carácter preventivo, alrededor de los 4 ó 5 años. Aunque lo cierto es que muchas veces no se presta la suficiente atención cuando realmente sí existen motivos para acudir al podólogo infantil, por lo que ante la menor duda es importante contar con la opinión de este especialista.
La identificación de pies planos sí suele ser una preocupación frecuente de los padres, pero existen marchas erráticas y posturas inadecuadas que también merecen atención médica para evitar que afecten al correcto desarrollo del aparato locomotor.
Por lo tanto, se hace necesario acudir al podólogo infantil si se quiere descartar algún posible problema y, por supuesto, siempre es conveniente realizar revisiones generales que descarten una mala alienación del pie y consecuencias de la misma, así como de otras complicaciones.
Podología infantil por edades
Aunque las revisiones suelen hacerse a partir de los 4 años, también es cierto que cada vez se realizan revisiones podológicas a edades más tempranas. Por ejemplo, a los 2 ó 3 años de edad, con el fin de poder realizar diagnósticos de forma temprana y, si procede, recibir consejos prácticos de parte del especialista.
Normalmente, la primera plantilla no se pone hasta los 6 ó 7 años, pues en muchos casos los pies que parecen presentar problemas se normalizan con el paso del tiempo. Lo cual no quiere decir, lógicamente, que deba prescindirse de la supervisión médica.
Muy al contrario, en estos casos se debe realizar un seguimiento del crecimiento óseo y muscular para poder realizar las necesarias correcciones de ser necesario. Gracias a ese control será posible aplicar las medidas correctoras en el momento idóneo.
En este punto conviene apuntar que los aparatos ortopédicos no siempre se utilizan con fines terapéuticos centrados en esta parte de la anatomía, ya que también pueden proporcionar ayuda al desarrollo y la estimulación muscular con el fin de lograr un crecimiento equilibrado de cara a una vida adulta en las mejores condiciones posibles.
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