Como adultos claro que podemos seguir aprendiendo, ¿En qué se basa nuestro día a día si no? Pero para poder asimilar la información de la mejor forma debemos de intentar potenciar el aprendizaje con cierta metodología y conociendo aquellos factores que lo potencian.
El primer paso es despertar nuestra curiosidad, a medida que pasa el tiempo nos vamos volviendo más estáticos en la búsqueda de información y en nuestro descubrimiento experimental del mundo por ello hacernos preguntas, contestarlas y generar una nueva necesidad de ampliar el conocimiento en un área específica que nos guste puede ser un buen método.
Como adultos consideramos la utilidad inmediata de lo que aprendemos de manera que tomamos la experiencia formativa como un proceso resolutivo para algo. Así que debemos de ser conscientes de que en ocasiones tenemos una visión absoluta e inmediata y podemos intentar priorizar en una formación a corto plazo y no en una formación futura que nos abra puertas.
Respecto a la memoria se deben de utilizar técnicas adecuadas como la selección de la información y la profundización en los temas ya que la lectura única de un tema hace que no nos quede impregnado en la memoria de igual forma que en nuestra experiencia académica juvenil.
La experiencia, ya que el pasado y el presente agilizan o inhiben el aprendizaje, las vivencias y la información del pasado debe de existir y tener su valor pero el adulto debe de intentar la convivencia con el cambio y la información novedosa que surja.
Y por supuesto la motivación, un adulto no dispuesto al aprendizaje inhibe su aprendizaje y no sustenta la atención que es un proceso esencial en los procesos de aprendizaje. Despertar nuestra curiosidad por formarnos, despejar prejuicios, perder el miedo a no estar a la altura y acercarnos a los centros formativos, networking, congresos…
En el lado del formador es importante que apoye la motivación planteando objetivos alcanzables, enseñándole a conseguir los recursos necesarios y recompensándole el esfuerzo.
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