Entrevista a Bárbara Ochoa, psicóloga en Serveis Atenció Terapèutica sobre psicología infantil

Bárbara Ochoa: "La falta de límites claros, la comunicación deficiente o un ambiente con alta tensión emocional pueden contribuir a la aparición de conductas desafiantes o reacciones impulsivas"

Bárbara Ochoa es una psicóloga en Viladecans especializada en psicología infantil y de adolescentes, problemas de conducta y control de impulsos, y psicoterapia individual. Su enfoque terapéutico es personalizado e integra el bienestar físico y emocional, incorporando herramientas naturales adaptadas a las necesidades de cada persona, con el objetivo de mejorar la gestión emocional y la calidad de vida. Bárbara acompaña a sus pacientes en el camino hacia el equilibrio físico y emocional a través del crecimiento personal. Cuenta con formación superior en Psicología por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y complementa su formación con estudios en Naturopatía.

¿Cuáles son los trastornos más comunes en la infancia y adolescencia y cómo identificarlos a tiempo?

Los trastornos más habituales en la infancia y adolescencia son el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), los trastornos del aprendizaje, la ansiedad, la depresión y los trastornos del espectro autista (TEA). En la adolescencia también pueden aparecer trastornos de la conducta alimentaria y algunas dificultades en la regulación emocional.

Sin embargo, no siempre se contacta con una psicóloga porque haya sospecha de un trastorno. A veces, las familias buscan apoyo ante situaciones de cambio que pueden generar malestar en niños, niñas y adolescentes. Por ejemplo, una mudanza o el cambio de escuela pueden despertar ansiedad o dificultades en la socialización; la separación de los padres puede generar confusión emocional o cambios en el comportamiento; la llegada de un hermano o hermana puede traer celos o inseguridad; y el duelo por la pérdida de un ser querido o mascota puede requerir un acompañamiento especial. También hay casos en los que un niño o niña atraviesa dificultades en la adaptación escolar o social, afectando su autoestima y bienestar emocional.

Detectar las señales de malestar, como cambios en el estado de ánimo, alteraciones en el sueño o la alimentación, aislamiento o conductas impulsivas, permite ofrecer el apoyo adecuado sin esperar a que el problema se vuelva más complejo. Cada niño y niña es único, y su bienestar emocional merece ser acompañado con respeto y empatía.

¿Qué señales indican que un niño podría necesitar apoyo psicológico?

Cada niño y niña es diferente, y su expresión de malestar puede variar. Sin embargo, hay ciertas señales como cambios bruscos en su comportamiento, una mayor irritabilidad, agresividad o retraimiento, puede ser un indicativo de que algo le está afectando emocionalmente. También es importante prestar atención a dificultades en la regulación emocional, como llantos frecuentes, ansiedad intensa o una tristeza que persiste en el tiempo.

Igualmente podemos detectar señales en sus rutinas diarias, alteraciones en el sueño (dificultad para dormir, pesadillas recurrentes o despertarse muchas veces en la noche) o en la alimentación (pérdida de apetito o cambios drásticos en sus hábitos). A nivel social, el aislamiento, el rechazo a participar en actividades con otros niños o niñas, o conflictos constantes pueden ser signos de que algo le preocupa o le cuesta gestionar sus emociones. En el ámbito escolar, una bajada en el rendimiento sin una causa aparente, el rechazo a asistir a clase o dificultades de concentración pueden indicar que necesita un acompañamiento emocional.

Es importante recordar que no se trata de etiquetar ni de generar alarma ante cualquier cambio, sino de observar si estos comportamientos persisten y afectan su bienestar en diferentes áreas de su vida.

¿Cómo influye el entorno familiar en la aparición de problemas conductuales infantiles?

La familia es el primer entorno en el que niños y niñas aprenden sobre el mundo, las emociones y las relaciones. Desde la psicología sistémica, que estudia a la familia como un sistema interconectado, se entiende que el comportamiento de cada miembro está influenciado por las dinámicas familiares. Salvador Minuchin, uno de los referentes en terapia familiar sistémica, explicaba que los síntomas en un niño o niña muchas veces no son un problema aislado, sino una manifestación del funcionamiento familiar en su conjunto.

Por ejemplo, la falta de límites claros, la comunicación deficiente o un ambiente con alta tensión emocional pueden contribuir a la aparición de conductas desafiantes o reacciones impulsivas. Del mismo modo, una familia con dificultades para gestionar conflictos o expresar afecto puede generar inseguridad en sus hijos e hijas, impactando su autoestima y regulación emocional.

Es fundamental entender que esto no significa culpar a las familias, sino reconocerlas como un elemento clave en la solución.

¿Qué técnicas utiliza la psicoterapia infantil para ayudar a los niños a gestionar sus emociones?

Cada individuo es único, y lo que funciona para uno puede no ser lo más adecuado para otro. Por eso, antes de aplicar cualquier técnica terapéutica, es fundamental realizar una anamnesis completa, que nos permita comprender su historia, su entorno familiar y escolar, sus dificultades y sus fortalezas. Una buena evaluación inicial nos ayuda a trazar un protocolo de intervención personalizado, ajustado a sus necesidades específicas.

A partir de esta evaluación, el tratamiento puede incluir diferentes estrategias. La psicoterapia infantil ofrece herramientas para que los niños y niñas aprendan a identificar, expresar y regular sus emociones. Algunas técnicas ampliamente utilizadas son el juego terapéutico, que les permite expresar su mundo interno de forma simbólica; el uso de cuentos y actividades creativas, que facilitan la comunicación emocional; y la terapia cognitivo-conductual (TCC), que ayuda a modificar pensamientos y comportamientos disfuncionales.

En algunos casos, podemos complementar la intervención con técnicas complementarias que favorezcan el bienestar emocional, como el mindfulness y la relajación, que ayudan en la autorregulación emocional, o el uso de aromaterapia, fitoterapia.

¿Por qué algunos adolescentes tienen dificultades para controlar sus impulsos y cómo se puede trabajar este problema?

La adolescencia es una etapa fascinante, llena de cambios, descubrimientos y crecimiento. Sin embargo, también puede ser un período de intensa turbulencia emocional, en el que el control de los impulsos puede verse desafiado. Este proceso no es casual: el cerebro adolescente aún está en desarrollo, especialmente en áreas como la corteza prefrontal, encargada de la toma de decisiones y la regulación emocional. Esto explica por qué a veces reaccionan de manera impulsiva, toman riesgos sin medir las consecuencias o tienen dificultades para gestionar la frustración.

Pero la forma en que los adultos vivimos la adolescencia también influye en cómo nuestros hijos e hijas la atraviesan. Si la entendemos solo como una etapa de “rebeldía” o “crisis”, podemos adoptar posturas rígidas que generen más conflicto. En cambio, si la vemos como una oportunidad para que exploren su identidad y autonomía con nuestro acompañamiento, podremos ayudarles a desarrollar herramientas para gestionar sus emociones de manera saludable.

El trabajo con adolescentes en terapia se centra en comprender qué hay detrás de su impulsividad: ¿Se trata de una dificultad para gestionar emociones intensas? ¿Responde a una búsqueda de validación social? ¿Hay un trasfondo de ansiedad, baja autoestima o problemas familiares? A partir de ahí, se pueden aplicar diferentes estrategias, y crear espacios de diálogo donde puedan expresarse sin sentirse juzgados.

¿Qué diferencias existen entre los trastornos de conducta y los problemas emocionales en la infancia?

Si bien los trastornos de conducta y los problemas emocionales pueden estar relacionados, existen diferencias importantes en su origen, manifestación y duración.

Los trastornos de conducta suelen implicar patrones persistentes de comportamiento desafiante, impulsividad, agresividad o dificultades para respetar normas y límites. Suelen manifestarse a través de acciones externas, como rabietas intensas y frecuentes, enfrentamientos con figuras de autoridad o incluso conductas de riesgo. Para ser considerados un trastorno, estos comportamientos deben mantenerse en el tiempo y afectar significativamente la vida escolar, social o familiar del niño o niña.

Por otro lado, los problemas emocionales afectan principalmente el mundo interno del niño o niña y suelen reflejarse en síntomas como ansiedad, tristeza persistente, miedos intensos o dificultades para regular las emociones. A diferencia de los trastornos de conducta, estos problemas pueden no ser tan evidentes a nivel externo, pero sí pueden impactar en su bienestar y en su capacidad de relacionarse con los demás.

Otra diferencia importante está en la duración e intensidad de los síntomas. En los problemas emocionales, los síntomas pueden aparecer en momentos de estrés o cambios vitales y, en muchos casos, ser transitorios. Sin embargo, cuando la intensidad es alta y persisten en el tiempo, pueden convertirse en un trastorno que requiere intervención profesional.

Es fundamental recordar que ningún niño o niña se comporta de determinada manera “porque sí”. Detrás de una conducta desafiante puede haber una emoción no gestionada, y detrás de un problema emocional puede haber una necesidad de apoyo que no ha sido expresada. Cada demostración conductual o emocional del niño o niña, nos brinda a los profesionales y a las familias la oportunidad de entender qué le está ocurriendo.

¿Cómo afecta la ansiedad en el desarrollo social y escolar en la infancia y adolescencia?

La ansiedad puede conllevar dificultades para relacionarse con otras personas, evitar actividades escolares, baja autoestima o miedo al fracaso. En algunos casos, puede generar síntomas físicos como dolores de cabeza, molestias estomacales o problemas para dormir.

Si no se aborda, puede limitar el desarrollo pleno del niño o niña. La terapia, combinada con estrategias como el juego, la respiración consciente y el apoyo familiar, ayuda a que aprendan a gestionar sus emociones. De igual manera, el uso de recursos naturales como la fitoterapia o la aromaterapia, pueden ser de ayuda para realizar el tratamiento psicológico.

¿Cuándo es recomendable acudir a un especialista en psicología infantil?

Siempre que una familia tenga dudas sobre el bienestar emocional de su hijo o hija, es recomendable consultar con un profesional. No hay que esperar a que el problema sea “grave”. La prevención y la intervención temprana pueden marcar una gran diferencia. Además, si las dificultades afectan su vida diaria (en casa, la escuela o con amigos), un acompañamiento profesional puede ayudar a encontrar estrategias para mejorar su bienestar.

07 de marzo de 2025 | Tema: Psicólogo Psicología infantil


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Bárbara Ochoa López

Psicóloga en Viladecans - Psicología infantil

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