Las alergias se producen porque nuestro sistema inmunológico, más comúnmente conocido como, nuestras defensas, reaccionan de forma exagerada ante la presencia de los alérgenos, sustancias desencadenantes, que realmente no son una amenaza para nuestro organismo, entre los que se encuentran el polen, los hongos, los epitelios de gatos, perros, los ácaros de polvo, algunos medicamentos, alimentos, picaduras de insectos, etc. Los alergólogos son los especialistas encargados del diagnóstico y tratamiento de las alergias, que a su vez son desencadenantes de patologías como la rinitis y conjuntivitis alérgica, la dermatitis alérgica o el asma, entre las más destacadas.
La alergia es una hipersensibilidad del Sistema Inmunitario. Esto es, una respuesta exagerada y desproporcionada del sistema encargado de defendernos ante la agresión de agentes externos o internos denominadas alérgenos. Los pacientes que tienen esta afección consideran sustancias inocuas como nocivas. En esta respuesta se produce la liberación de Inmunoglobulina E (Ig E) que actúa sobre una serie de células —fundamentalmente basófilos en el torrente sanguíneo y mastocitos en la piel y mucosas— que liberan unos mediadores como la histamina, que juega un importante papel, produciendo la inflamación y otras alteraciones en el órgano afectado. Por ejemplo en pacientes con Asma Bronquial la inhalación de determinadas sustancias (pólenes, ácaros…) produce inflamación y espasmos en los bronquios en estos pacientes con sibilancias y disnea (sensación de falta de aire o ahogo). Texto aportado por el Dr. Antonio Barrientos González. Experto en alergias.
Los factores de riesgo que pueden facilitar a la aparición de las alergias son de diferente índole:
Entre los principales alérgenos desencadenantes nos encontramos:
Los síntomas de las alergias pueden ser oculares, nasales y de tipo bronquial, dando lugar a problemas para respirar, picor, lagrimeo, estornudos, pitidos, también respuestas cutáneas, como eccemas, hinchazones, urticaria, etc.
Alergias respiratorias: Rinitis alérgica, que suele ir acompañada de conjuntivitis
Alergias cutáneas: Se manifiestan a través de alteraciones en la piel, como la dermatitis atópica o eccemas exógenos, que se manifiestan con costras, rojeces, la dermatitis de contacto, que aparece ante determinados metales, sobretodo el níquel; el angioedema, la urticaria, angiodema y reacciones en la piel por exposición solar.
Alergias oculares, como la conjuntivitis alérgica y alergias en el oído.
Alergias alimentarias o digestivas, que a su vez pueden provocar problemas respiratorios, reacciones cutáneas, alergias oculares, etc
La prevención sigue siendo el mejor tratamiento para las alergias, evitando la exposición a los desencadenantes de las mismas, como son los hongos, el polen, medicamentos o alimentos a los que la persona es hipersensible, etc. Es importante que a los primeros síntomas relacionados con el asma, como la fatiga o los pitidos, ponerse en contacto con el especialista, para evitar la aparición definitiva del asma.
Una vez que se han diagnosticado la presencia de la alergia, bien mediante análisis clínicos o bien mediante otro tipo de pruebas alérgicas, el alergólogo determinará un tratamiento para aliviar los síntomas, mediante diferentes fármacos, que pueden ser antihistamínicos, broncodilatadores, corticoides, o la inmunoterapia, a través de vacunas.
Se prevé que la subida de las temperaturas durante el mes de marzo podría ocasionar síntomas intensos en los alérgicos a las cupresáceas, según expertos alergólogos. Hace unos pocos años, estas eran pólenes de incidencia anecdótica, pero ahora es una causa destacada en alergias. En esta época del año se suelen dar más casos de afectados por los cipreses y las arizónicas, seguidas de otros menos comunes como los enebros o las tullas.
Según un estudio, en las ciudades, a pesar de que hay una menor cantidad de polen que en las zonas rurales, las enfermedades alérgicas son más frecuentes porque las partículas de diésel que emiten los vehículos y las calefacciones crean un ambiente hostil para que estos elementos afecten a los alérgicos. Por eso, en las zonas menos contaminadas, estos árbones no presentan las mismas proteínas y no afectan tan negativamente. Este tipo de proteínas han pasado a denominarse “de estrés” y actúan como un mecanismo de defensa de las plantas ante a agresiones como puede ser la contaminación, las enfermedades propias o la sequía.
Las alergias también afectan a los más pequeños, según un estudio del Centro de Investigación de Enfermedades Alérgicas y Respiratorias, CIDEA, los niños entre 13-14 años, han sido diagnosticados en un 15%, de 2 o más de dos alergias, como por ejemplo, el eczema, el asma o la rinitis alérgica, o alergias a las nueces o maní.
Por eso, durante este mes y también abril, debemos extremar las precauciones y prever que se harán más visitas a los doctores en busca de un tratamiento que calme los síntomas.
De acuerdo con un nuevo estudio, la exposición a los antibióticos en la infancia conlleva un mayor riesgo de futuras alergias. Se trata de la primera investigación que logra resultados consistentes sobre esta relación, a diferencia de anteriores estudios.
Investigadores de la Universidad de Utrech, en Países Bajos, presentaron los resultados de este trabajo durante su participación en el Congreso Internacional de la Sociedad Respiratoria Europea, celebrado en Londres, Reino Unido, para concluir que una temprana exposición a los antibióticos está relacionada con un mayor riesgo de desarrollar alergias más adelante.
La investigación trabajó con las bases de datos de PubMed y Web of Science de estudios observacionales publicados desde 1966 hasta 2015 relacionados con la asociación entre el consumo de antibióticos durante los primeros dos años de vida y el riesgo de eccema o fiebre del heno.
Para analizar el riesgo de eccema seleccionaron 22 estudios, lo cual suponía la participación de 394.517 pacientes, y otros 22 estudios que analizaron el riesgo de la fiebre del heno, con 256.609 pacientes. A su vez, algunos de ellos eran los mismos para ambas patologías.
Los resultados fueron reveladores, pues se observó un mayor riesgo de sufrir ambos trastornos cuando se usaron antibióticos durante los primeros años de vida. Por un lado, el mayor riesgo de eccema varió del 15 al 41 por ciento, según el estudio, y con respecto a la fiebre del heno varió entre un 14 y un 56 por ciento.
Los efectos fueron más intensos cuando se administraron los antibióticos en dos ciclos, en lugar de uno, según los autores por el efecto inmunomodulador de los antibióticos y la alteración de los microorganismos (microbioma) del intestino causada por éstos, que puede debilitar las defensas.