La disfagia es la dificultad en el proceso deglución, en definitiva la dificultad para tragar, que a su vez se puede acompañar de dolores. Se trata de una sintomatología, que puede ser rasgo de una posible patología del esófago u órganos adyacentes, y cuyo origen puede estar en el reflujo gastroesofágico, cuando se produce en las últimas etapas del proceso deglutorio, pero que si se da al inicio del mismo, puede ser síntoma de un problema neurológico, como por ejemplo, el ictus. La disfagia puede ser esofágica, cuando la dificultade está en el esófago y orofaríngea, si es originada en la faringe.
Los causas de la disfagia pueden ser diversas y podemos destacar las siguientes:
En cuanto a los síntomas más frecuentes de la disfagia, nos encontramos con el dolor cuando se traga, carraspeo frecuente, accesos de tos, alargamiento del proceso deglutorio, con necesidad de masticar mucho, incluso vómitos, si no se consigue tragar, bronquitis, etc.
Corresponde al otorrino, que partirá de la realización de la historia clínica del paciente, analizando enfermedades previas o actuales que puedan estar relacionadas, además de tipo de alimentación, cuándo empiezan los síntomas, etc.
Las pruebas diagnósticas que completarán lo anterior son la esofagogastroduodenoscopia, la manometría esofágica, o la tomografía computarizada del tórax.
Con estas pruebas se podrá determinar la patología origen de la disfagia, que es lo que se deberá tratar para que la misma desaparezca, si bien, se pueden realizar tratamientos que reducen los síntomas, mejorando la deglución, entre los que destacan:
Si el origen de la disfagia está en una infección por bacterias en boca y faringe, se prescribirán antibióticos.
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