La hepatología es una especialidad médica que ha tenido gran desarrollo en las últimas décadas gracias a los avances médicos que ha habido en este campo. No en vano, la investigación en hepatología ha logrado importantes adelantos a distintos niveles, desde progresos en el origen de las afecciones del hígado y su prevención a adelantos en cuanto a las terapias.
En lo terapéutico, se han estado desarrollando opciones que permitan evitar la cirugía gracias a nuevos tratamientos, así como nuevas técnicas a nivel quirúrgico, entre otros aspectos. Por otra parte, mejorando de forma significativa la seguridad y éxito del trasplante hepático, sin olvidar las terapias adyuvantes.
La hepatología es la rama de la medicina que se ocupa del estudio del hígado, las vías biliares, tanto a nivel anatómico como patológico.
Afirmaremos que, en cuanto a la práctica clínica de la hepatología, el especialista que se ocupa de esta rama médica es el hepatólogo, que es también un gastroenterólogo, puesto que la hepatología es una subespecialidad de la gastroenterología.
Así pues, mientras la gastroenterología es una especialidad relativa a las enfermedades del aparato digestivo y órganos asociados (esófago, estómago, hígado y vías biliares, páncreas, intestino delgado, colon y recto), la hepatología se centra en las enfermedades que se puedan presentar en el hígado. Y, por otra parte, según lo apuntado, no todos los gatroenterólogos son hepatólogos, pero sí a la inversa.
Los médicos hepatólogos, como hemos visto, son especialistas que diagnostican y tratan enfermedades del hígado. Además de las patologías genéticas o metabólicas del hígado, las hepatitis de distintos tipos, la enfermedad hepática producida por el consumo excesivo de alcohol o, por ejemplo, el hígado graso no alcohólico.
Por otro lado, es importante puntualizar que, si bien el hepatólogo puede abordar su cometido de forma individual, en muchas ocasiones se precisa un enfoque multidisciplinar, ya sea por el perfil del mismo paciente como por tratarse de cuestiones que lo exijan. Entre otras, destaca la indicación, oportunidad y manejo del trasplante hepático, habitualmente practicado por un equipo compuesto por distintos tipos de profesionales médicos.
Las patologías tratadas por la hepatología son muy numerosas. Por lo general, las unidades de hepatología, en general, y los hepatólogos, en particular, diagnostican y tratan más frecuentemente cirrosis hepáticas, tumores hepáticos, hepatitis virales o, pongamos por caso, insuficiencias hepáticas.
Con respecto a la cirrosis hepática, consecuencia de la presencia en el hígado de lesiones de fibrosis y regeneración, se trata de una patología que afecta al tejido hepático y se asocia a distintas enfermedades crónicas. Suele provocarla el alcoholismo o una hepatitis y su detección se realiza mediante resonancias magnéticas, ecografías y otras pruebas diagnósticas por imagen, sin necesidad de tomar una muestra de tejido.
Como el resto de las patologías tratadas por la hepatología, siempre que sea posible se buscan alternativas al trasplante de hígado mediante cambios en el estilo de vida y tratamiento farmacológico.
El hígado graso y otras enfermedades metabólicas son también una enfermedad tratada por el hepatólogo. Su diagnóstico no suele ser problemático, pues aumento de grasa en el hígado o esteatosis se puede diagnosticar fácilmente mediante ecografía.
El hepatólogo deberá identificar la causa, pues puede deberse bien a un sobrepeso o a una enfermedad más importante. Sea como fuere, un diagnóstico temprano ayudará a detener su progreso, previniendo también una cirrosis hepática.
Como su propio nombre indica, las hepatitis virales son enfermedades inflamatorias del hígado que provocan virus, como el de la hepatitis B y C. De nuevo, un diagnóstico a tiempo es fundamental para que el tratamiento tenga éxito.
Con el problema añadido de que se trata de una enfermedad asintomatológica cuando se encuentra en sus fases iniciales. De no tratarse, también puede acabar derivando en una cirrosis hepática que requiera un trasplante hepático.
Los tumores hepáticos primarios, por último, pueden ser benignos o malignos y son poco frecuentes. Los primeros (quistes, hemangiomas, adenomas, etc.) crecen localmente, con lo que no se extienden y, de este modo, no comprometen la vida del paciente. Sin embargo, pueden suponer un serio problema si aumentan de tamaño de tal modo que comprometan la función hepática.
Son más comunes, sin embargo, los tumores secundarios o metástasis en el hígado ocasionadas por otros tumores, como el colangiocarcinoma o el hepatocarcinoma, que suele ser encontrarse particularmente en enfermos que sufren cirrosis hepática.
En estos casos también es clave realizar un diagnóstico precoz para así poder proponer al paciente tratamientos terapéuticos. En este sentido, la medicina ha avanzado mucho, contándose con modernos medios diagnósticos que ayudan a actuar a tiempo. Siempre, lógicamente, que se realicen chequeos regulares que permitan realizar el necesario seguimiento del estado de salud del paciente, con el fin de poder actuar de forma temprana.