El LASIK, Laser-Assisted in Situ Keratomileusis, es una cirugía de las más utilizadas para corregir, mediante láser, defectos oculares que disminuyen la agudeza visual, como son la hipermetropía, miopía y astigmatismo. Esta técnica aparece en 1990 y consiste en extraer tejido de la córnea, de forma que se moldea su superficie, para que los rayos se enfoquen de forma nítida en la retina. Se realiza mediante láser excimer.
Su uso más frecuente es para la corrección de la miopía, además se recomienda para personas con menos de 10 dioptrías y con córnea de suficiente grosor. No se puede utilizar en situaciones de embarazo y lactancia, ya que pueden variar las medidas del ojo y tampoco cuando todavía no se ha estabilizado la miopía.
Es recomendable un buen estado de salud, por lo que si se padece artritis reumatoidea, diabetes, lupus, glaucoma, cataratas o infecciones herpéticas del ojo, hay que tener en cuenta las indicaciones del oftalmólogo.
Algunos de los riesgos de esta cirugía, que es necesario sopesar son: Sequedad de los ojos, infección de la córnea, halos o resplandores, cicatrización de la córnea, que impedirá el uso de lentes de contacto, sensibilidad a la luz, irritación, etc.
Sólo en algunos casos es necesaria una segunda intervención, para obtener mejores resultados.