La tomografía óptica coherente, OCT, es una de las pruebas diagnósticas más innovadoras y revolucionarias en los últimos años para el diagnóstico en oftalmología, ya que permite visualizar, sin necesidad de biopsia o corte, el tejido, con una gran resolución, por lo que resulta de gran utilidad para diagnosticar problemas del nervio óptico y de la mácula.
Las enfermedades en las que más frecuentemente se utiliza la prueba son:
- DMAE (Degeneración Macular Asociada a la Edad)
- Edemas y agujeros maculares
- Membrana epiretiniana
- Desprendimiento de vítreo
- Glaucoma
- Retinopatía diabética
Para su realización, el paciente deberá permanecer inmóvil sobre una camilla o mesa estrecha, que se introducirá lentamente en una máquina de rayos X especial, denominada tomógrafo.
En su interior, durante apenas unos minutos o incluso en menos de 30 segundos si se trata de las máquinas más avanzadas, una computadora creará imágenes de la zona del cuerpo a estudiar a través de un escáner que crea distintas imágenes separadas, llamadas cortes.
Para su obtención el paciente debe permanecer lo más quieto posible, puesto que el movimiento ocasiona unas imágenes borrosas que resultarán inservibles. E incluso puede ser necesario contener la respiración durante breves momentos que especificará el operador.
Una vez realizada, su observación se puede realizar a través de un monitor o imprimirse en una película, así como almacenarse. A la hora de realizar el diagnóstico, las valoraciones y procedimientos variarán en función del órgano y dolencia analizada, si bien en general se consideran resultados normales cuando los órganos examinados tienen apariencia de normalidad.
Además, en ciertas pruebas, como la tomografía de coherencia óptica, recibe un tinte de contraste para mejorar la visibilidad de algunas partes del cuerpo. No se trata, sin embargo, de un método inocuo, ya que puede provocar alergias y daños renales, entre otras reacciones adversas.
En algunos casos, el medio de contraste puede provocar reacciones, por lo que si se han tenido es importante hacerlo saber a los profesionales para tomar medidas al respecto, entre otras tomar una medicación previa o, en casos extremos, incluso prescindir de la prueba.
Por otro lado, la reacción puede producirse durante la realización de la prueba, en cuyo caso ante la más mínima sospecha de que se está sufriendo una reacción alérgica debe notificarse al operador del escáner para reaccionar con la mayor celeridad.
Aunque no es un problema común, sí se pueden dar casos de anafilaxia, potencialmente moral. En particular, hay que tener especial cuidado con las alergias al yodo, pues el tipo más habitual de medio de contraste lo contiene, de igual manera que podría tener efectos negativos cuando se tiene una enfermedad renal o diabetes, por lo que se debe informar al especialista.
La tomografía por emisión de positrones (TEP) es otra prueba diagnóstica no invasiva que se utiliza para tomar imágenes del organismo del paciente que muestran la actividad y el metabolismo de los órganos del cuerpo. En este caso se utilizan sustancias con marcas radioactivas para visualizar aquellas células con mayor actividad metabólica, como son las zonas tumorales, entre otras lesiones que de otro modo no podrían detectarse.
Imagen: Centpacrr en Wikimedia
El grosor de la retina permite predecir la evolución de la esclerosis múltiple
Predecir la evolución de la esclerosis múltiple es ya una realidad gracias a nuevos hallazgos relacionados con la tomografía de coherencia óptica (OCT), una sencilla técnica oftalmológica de diagnóstico por imagen muy utilizada.
A la luz de los resultados de un reciente estudio publicado en la revista The Lancet Neurology, la esclerosis múltiple, cuya evolución hasta ahora era imprevisible, habría dejado de serlo. La clave está en el grosor de las capas de la retina medida con la OCT, cuyo análisis ha revelado que la mayoría de los enfermos presentan signos de inflamación y neurodegeneración en la retina.
Introducirlo en la práctica asistencial neurológica permitiría monitorizar la progresión de dicha patología en las visitas de control, sin tener que esperar a la realización de la resonancia magnética. Los resultados permiten afirmar que, por debajo de un grosor de retina inferior a las 88 micras, los pacientes tienen una peor evolución de la patología. Y el pronóstico se agrava cuando el grosor de la retina es inferior a esta cifra, con el doble de riesgo de empeorar entre uno y tres años, cuadruplicándose entre los tres y cinco años.
Por último, el grosor de las capas de la retina se ha asociado también con otras enfermedades, como el traumatismo cerebral, el párkinson o el alzhéimer, por lo que se abren muchas otras posibilidades de cara a un diagnóstico más temprano y certero.
Imagen: Jcricket1 en Wikimedia