Psiquiatría
Cómo tratar la ansiedad
A ver, la respuesta rápida que aprendí incluso antes de ser psiquiatra es: con ansiolíticos (Benzodiacepinas)
Pero no me gustan las respuestas demasiado rápidas, porque simplón no es lo mismo que sencillo.
La respuesta un poco más lenta es que la ansiedad es un fenómeno natural, adaptativo, útil a la hora de reaccionar ante situaciones que van a exigir de nosotros un esfuerzo y una atención especiales. Por lo tanto, la ansiedad, por sí misma, no ha de "tratarse".
Ocurre como con tantas cosas en la vida: en el equilibrio está el secreto. La ansiedad será un problema médico cuando, como emoción, tenga tanta fuerza que produzca un paso a la acción no deseado por la persona en condiciones de serenidad (es decir, cuando quita libertad) o cuando su intensidad o su frecuencia causan un malestar notable en la persona (es decir, cuando "duele").
¿Cómo tratar esa ansiedad entonces? ¿Benzos?
No tan rápido...
Esa ansiedad hay que abordarla a tres niveles.
1. Prevenir: antes de que ocurra.
a) Parece una obviedad, pero hay estilos de vida que reducen la probabilidad de ansiedad. Practícalos:
ejercicio moderado frecuente, dieta variada, evitar los estimulantes en exceso (café, té), procurar vivir en el presente sin anticiparse mentalmente a todo, ocuparse en tareas, dormir de noche y no estar en la cama durante el día...
b) En cuanto a los desencadenantes, viene bien clasificar ágilmente los problemas de la vida en solubles (y entonces decidir si nos ponemos a ello ahora o más tarde) e insolubles (y entonces resoplar, soltar emoción, y seguir la vida). No hay que dejar que los problemas ocupen más tiempo del necesario en nuestro "tiempo mental".
2. Detección precoz: si la ansiedad ya está empezando, viene bien intentar "domarla", como si fuese un caballo que se encabrita. Dado que la ansiedad es un bucle entre lo psicológico (anticipación) y lo fisiológico (catecolaminas liberadas bruscamente, con taquicardia, respiración acelerada, hormigueo y mareos por el CO2 excesivamente bajo...) hay que intentar tirar de las dos riendas a la vez:
a) la psicológica: recordando que la ansiedad es una ola, llega, sube, baja, y se va. Hagas lo que hagas, se terminará pasando. Déjala fluir, sin añadirle tensión. Piensa en algo que ocupe tu atención (cuenta desde cien hasta cero, piensa en una imagen agradable, repite alguna frase como "esto se va a pasar", etc...), para que la mente no se centre en el miedo anticipado a que la ansiedad empeore (eso lograría una profecía autocumplida).
b) la fisiológica: para ayudar a que la "ola" sea más breve, es muy útil respirar de modo controlado, más despacio y profundo de lo que nos pide el cuerpo ansioso. El CO2 se pierde demasiado rápido en la ansiedad, así que para volver a subirlo basta con aguantar unos segundos la respiración, y luego respirar lenta y controladamente, o empezar directamente por esto último.
3. Tratamiento "químico". En un episodio puntual intenso, claramente reactivo a un estresante externo, y si se tienen a mano, se puede usar cualquier ansiolítico, sabiendo que dan sueño, y por tanto la conducción o tareas que requieran equilibrio quedan vetadas durante unas horas. Como es un fármaco que a dosis diarias elevadas termina creando dependencia, merece la pena dejar su uso para casos puntuales, o tratamientos bien supervisados. Si el episodio aparece sin desencadenante claro, mejor acercarse a urgencias, porque puede tratarse de algún episodio de otro tipo (asmático, cardíaco, hipoglucemia...) y sólo en persona se puede hacer el diagnóstico preciso.
En una situación de ansiedad generalizada, merece la pena consultar con un profesional, y buscar la causa
24 de noviembre de 2016 Comentar
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