Sufrir una fisura en el hueso no significa que exista una rotura, si bien puede afirmarse que se trata de un tipo de fractura incompleta. Es decir, existe una línea de fractura pero no acaban de separarse sus bordes, presentándose a modo de grieta. En las siguientes líneas abordaremos de forma sencilla la definición y principales características de este tipo de fractura incompleta.
Se trata, como hemos apuntado, de una variedad incompleta de fractura, que se caracteriza por la existencia de una línea de rotura que puede estar ligeramente agrietado hasta resultar de mayor gravedad o estar parcialmente roto.
Aunque se puede encontrar en cualquier tipo de hueso, habida cuenta de que el esqueleto está compuesto por más de 200 huesos, pero es más frecuente en los planos (cráneo, omóplato, coxal) y en los cortos (calcáneo y escafoides).
La fisura en los huesos suele producirse a consecuencia de situaciones de estrés, sobrecarga o traumatismo, como una caída, un golpe o un movimiento determinado como un giro o flexión del hueso, pudiéndose producir la mencionada grieta delgada en el hueso. Será a partir de esta primera grieta como se irá desarrollando, agravándose por distintas causas, como la continuación de la fuerza prolongada o repetitiva en el hueso. En otras ocasiones, esa presión aplicada al hueso ocasiona una rotura parcial más grave, si bien sigue denominándose fisura al carecer de separación de sus bordes y no haber ningún fragmento óseo.
Por lo tanto, cuando el hueso está agrietado o parcialmente roto, estamos ante una fractura incompleta que se denomina fisura, por lo que podemos considerar que dicha grieta es como una herida que se produce en el hueso. Dentro de las fisuras, las grietas pueden ser longitudinales, simétricas u opuestas, así como individuales o múltiples. También varían en función de su extensión.
Como hemos afirmado, la fisura ósea es una fractura de hueso incompleta en la que no hay separación de los bordes y que, por lo general, se produce por una lesión consecuencia de un traumatismo que genera un exceso de presión.
Por su parte, la fractura hace referencia a una rotura que, por contra, sí produce discontinuidad en los extremos y que, normalmente, se produce por una lesión traumática directa, al tiempo que, en ocasiones, puede producirse por fatiga, denominándose fractura por estrés.
El médico especialista (traumatólogo, médico deportivo, etc.) determinará el diagnóstico de que se trate, tras el examen de la lesión, particularmente con el uso de pruebas de imagen como la radiografía o la resonancia magnética. Llegar a un diagnóstico, así pues, será el modo de saber si estamos ante una fisura ósea o una fractura, además de especificar de qué tipo de fisura o fractura se trata.
Lo más común es que la fisura se produzca por una lesión relativamente leve, estableciendo una comparación con la rotura, por lo que el tiempo de recuperación suele ser menor. Su tratamiento, sin embargo, dependerá de cada caso, lógicamente. Aun así, de forma orientativa, podemos afirmar que generalmente se tratan con una inmovilización y, de precisarse, posteriormente se realizará un periodo de rehabilitación.
En cuanto al tiempo de recuperación, de promedio puede ser de alrededor de un mes, con dos semanas para la inmovilización y otras dos dedicadas a la rehabilitación para recuperar la movilidad. De haberse producido por algún traumatismo propio de la actividad deportiva o laboral, la prevención será básica para evitar posibles recurrencias, además de poderse recomendar estilos de vida más activos, buenas prácticas o incluso fármacos o suplementos en personas con unos huesos especialmente frágiles.
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