Las pieles con cicatrices pueden parecernos más o menos estéticas, pero no son un problema de salud grave, salvo que los supongan para la psique del paciente, algo no descartable, pues también ocurre en algunos casos. Sea como fuere, el proceso de cicatrización es natural, ya que se trata del mecanismo que emplea nuestro organismo tras las lesiones para reparar y regenerar los tejidos cutáneos.
Al margen de la razón por la que se produzcan los distintos tipos de lesiones, como es bien sabido, después de las mismas el cuerpo lleva a cabo un proceso de curación, en ocasiones asistido por la medicina. Es dentro del mismo, por lo tanto, en el que la piel se va cicatrizando, bien por sí misma o ayudada por tratamientos que promueven este proceso.
Como proceso biológico, por lo tanto, la cicatrización es un proceso normal de reparación de la piel después de una lesión ocasionada de forma accidental (quemaduras), por una patología (el acné, la varicela, etc.) o, por ejemplo, a consecuencia de una cirugía.
Así pues, la cicatriz es resultado de diferentes causas, y cada una de ellas puede influir a la hora de establecer una tipología, en la que pueden entrar otros muchos factores, como el tamaño o la localización de la lesión.
Por otra parte, cada persona puede tener un ritmo distinto de curación y, dentro de ello, también tener cicatrices durante más o menos tiempo, adoptando un aspecto final también distinto. Igualmente, la situación del paciente contribuye a una mejor y más rápida cicatrización, ya que influyen aspectos muy distintos.
Entre ellos, la edad de las personas, su estado de salud, el color de su piel o, por ejemplo, su paciencia o aguante a la hora de no tocar constantemente las heridas, con el fin de evitar que la cicatrización acabe complicándose.
Por lo tanto, no todos somos iguales en términos de curación, y ello supone que la cicatrización también se ve afectada por estas diferencias en cuanto a la velocidad del proceso y al aspecto de la cicatriz.
Por poner unos ejemplos, normalmente las personas mayores se curan con más lentitud, y la piel clara cicatriza de mejor forma que la oscura. A su vez, puede influir el tipo de alimentación e indicadores de un buen o mal estado general, como pueda ser la salud del sistema circulatorio.
Igualmente, encontramos diferencias significativas en función del tipo de cicatriz de que se trate. La calidad de la reparación y, por lo tanto, también su mayor o menor visibilidad, dependerá, básicamente, de factores como los apuntados, pero también de esta tipología.
Fundamentalmente, existen tres tipos de cicatrices, entre ellas las denominadas cicatrices hipertróficas o elevadas, las queloides y las cicatrices atróficas.
Se forman tras cicatrizar la herida como consecuencia de un exceso de producción de fibras de tejido conectivo.
Como su nombre indica, son cicatrices que sobresalen de la piel de alrededor, pero normalmente sin sobresalir de la región de la lesión.
Un tipo de cicatriz que se caracterizan por el crecimiento más allá de las heridas, extendiéndose a la piel sana.
Aunque hay algunos factores externos que predisponen formación de queloides, la genética juega un importante papel en algunos casos, si bien no producen hundimiento en la piel.
Las cicatrices atróficas, en tercer lugar, son las propias de casos de acné o varicela y sí son irregulares, puesto que no el organismo no produce suficiente tejido para cubrir todo el área. Una deficiencia que se debe a la falta de colágeno, con lo que se produce un hundimiento de la piel.
Como hemos apuntado, después de una lesión en la piel se inicia de forma natural un proceso de reparación de la herida, por lo que se produce una regeneración de los tejidos que, sin embargo, puede producir un resultado no estético.
Con el fin de que la curación y, por lo tanto, también la cicatrización sea más rápida y adecuada, se puede promover el proceso. Normalmente, a través de tratamientos que ayudan a mejorar o minimizar una cicatriz.
Una vez producida, también se pueden tratar con distintos métodos, si bien ninguna de ellas posibilita una completa desaparición, aunque su atenuación puede hacer que mejore su apariencia de forma significativa e incluso hacer que pase prácticamente inadvertida.
Hacer desaparecer cicatrices viejas es, sin embargo, el deseo de muchas personas, por lo que recurrir a métodos que las disimulan con gran efectividad es cada vez más común.
Las técnicas que pueden emplearse son numerosas y será el cirujano estétito o el dermatólogo quién nos deba aconsejar sobre el método más adecuado. Desde la dermopigmentación, que no deja de ser una especie de tatuaje con un color similar al de la piel.
La tecnología láser es una alternativa que da buenos resultados a la hora de pigmentar la piel. Es decir, se trata de colorear la zona del tono deseado con el fin de corregir coloraciones y texturas.
Un método muy empleado para borrar las cicatrices de acné y otras cicatrices que sobresalen, consiste en el tratamiento con láser de CO2 de forma fraccionada para aumentar la seguridad sin perder eficacia.
Además de otros métodos, como los peelings o los rellenos faciales, no podemos dejar de mencionar la opción quirúrgica como alternativa terapéutica para la corrección de cicatrices. Se lleva a cabo mediante pequeñas escisiones en la piel cicatrizada para que crezca el nuevo tejido sano, restaurando el aspecto original de la misma.
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Después de una cirugía muchas personas se preocupan por las cicatrices que les han quedado y que pueden llegar a suponer un problema estético. Muchos pacientes no saben, en cambio, que en muchos casos se puede realizar una nueva intervención para mejorarla y evitar esos signos tan visibles.
Por eso, los expertos inciden en que es importante distinguir entre las cicatrices patológicas, que son aquellas denominadas queloides o hipertróficas o simplemente una cicatriz fea, que tiene la opción de ser rehecha. En el caso de los queloides, por ejemplo, se recomienda efectuar inyecciones de corticoides y presoterapia.
La forma en la que va a quedar una cicatriz depende de muchos factores. Uno de ellos va a ser la capacidad de cicatrización de cada paciente, de su tipo de piel o de cómo va a ser la propia cicatriz o su forma y dirección, que harán que acabe siendo más o menos evidente y visible. Un buen cirujano es el que sabe qué dirección tomar para que el resultado sea el mejor y no haya que pasar por una nueva intervención para eliminar esas marcas tan antiestéticas que acaban siendo una preocupación para el paciente.