Cerca del 60% de las mujeres que dan a luz sufren a posterior cambios en su estado de ánimo. A nivel clínico debemos diferenciar dos tipos de diagnósticos: baby blues y la depresión post-parto. La sintomatología denominada con la etiqueta de baby blues es una manifestación de síntomas leves producidos por los cambios hormonales y la incertidumbre por el nuevo rol materno consistentes en ansiedad leve, cansancio intenso y sensación de incapacidad. La temporalidad de esta situación es breve y surge desde el día 1 al 10 del post-parto.
La depresión post-parto ya entra dentro del diagnóstico de un trastorno depresivo con una prevalencia del 10% en la población. Entidades como el Instituto Clínico de Psiquiatría y Psicología de Barcelona nos hablan de un porcentaje de prevalencia en la población de un 30% sin diagnosticar y aproximadamente un 10% de pacientes tratados que han pedido ayuda. Los síntomas principales son: tristeza profunda, apatía y llanto continuado, fatiga constante, dificultades en el sueño, mucho apetito o excesivamente poco, sentimientos fuertes de incapacidad, ideas suicidas y miedo a hacer daño al bebé, angustia continua, lentitud de movimientos y molestias físicas como dolores fuertes de cabeza.
Las causas previas no se determinan 100% pero se tienen en cuenta como características influyentes en el estado posterior: cansancio y estrés extremo durante el parto, cambios hormonales donde los estrógenos bajan a niveles muy diferentes a los del embarazo, depresiones anteriores, miedos irracionales ante el rol materno, trastorno disfórico menstrual, Insuficiente apoyo social, poco ajuste marital y personalidad perfeccionista u obsesiva.
A nivel de tratamiento el primer enfoque que tiene el porcentaje más alto de éxito es el de la psicoterapia clínica y el segundo la combinación del anterior con una terapia farmacológica de seguimiento cercano y un conocimiento por parte de lo que está sucediendo de la persona que convive con la mujer.
¿Qué factores influyen en la depresión postparto?
Las posibilidades de padecer depresión postparto han sido analizadas en un proyecto dirigido por investigadores de psicología clínica de la Universidad Rey Juan Carlos y financiado por el Fondo de Investigación Sanitaria que han tenido en cuenta algunas variables psicológicas que tienen que ver con la personalidad, las preocupaciones durante la gestación y las creencias sobre el parto.
Para ello han utilizado una muestra de 285 mujeres embarazadas y han hecho un estudio de tipo longitudinal con un seguimiento desde el primer trimestre hasta 4 meses después del parto para valorar algunas variables psicológicas. Para ello han usado cuestionarios estructurados en tres fases: primer y tercer trimestre, postparto inmediato y puerperio.
Así, han determinado que la presencia de neuroticismo o inestabilidad emocional en las mujeres gestantes o aquellas que tienen puntuaciones elevadas en este factor de personalidad muestran una preocupación excesiva tanto por el feto como por la atención médica, asociado a un factor de ansiedad y tienen más probabilidades de sufrir una depresión postparto.
Estos resultados pueden ayudar a establecer un patrón de tratamiento para evitar estas consecuencias o un tratamiento psicológico durante la gestación que permita eliminar las probabilidades de padecer esta enfermedad psicológica que puede afectar también al bebé. En este sentido el papel de las matronas puede ser fundamental.