El desprendimiento de retina es una enfermedad de los ojos indolora que se produce cuando la retina, o membrana que está adherida a las paredes interiores del ojo, donde se enfocan las imágenes para luego traducirlas en impulsos enviados por el nervio óptico al cerebro, se separa o despega de esa parte interna del ojo, teniendo como consecuencia la pérdida de visión o la pérdida de campo visual. Se suele presentar a edades medianas o maduras, pero sus síntomas son fácilmente identificables. Al margen de la importancia de la prevención atendiendo a éstos y realizando revisiones regulares, una vez se produce debe tratarse de forma inmediata, pues se trata de una dolencia muy grave.
Las severas consecuencias de dicha patología obedece a la función clave para la vista que puede atribuirse a dicha membrana, ya que en ella se enfocan las imágenes que luego se envían al cerebro a través del nervio óptico.
La pérdida de visión puede ser total o parcial y la pérdida de campo visual se produce de forma gradual, con la aparición de una especie de cortina.
Los desprendimientos de retina pueden ser de distintos tipos, si bien el más conocido es el regmatógeno, que viene de la palabra regma en griego antiguo, cuyo significado es rotura.
Los desencadenantes de un desprendimiento de retina son muy variados y van desde un golpe en la cabeza o el ojo, pasando por el propio envejecimiento, diabetes, etc. Normalmente surge de forma espontánea y las personas con miopía deben tener mayor vigilancia.
Se presenta con más frecuencia en miopes o en personas cuyos familiares también la han padecido, si bien un trauma u otras afecciones oculares puede ocasionarla al margen de estos condicionantes hereditarios. Entre otras, inflamaciones, lesiones, crecimiento anormal del ojo que podría deberse a la miopía o, por ejemplo, deberse a complicaciones de la diabetes.
Sea cual sea la causa, no debemos olvidar que solo el tratamiento rápido puede evitar el deterioro y pérdida de la visión. Su aparición, por otra parte, puede ser progresiva o de repente, ocasionando una pérdida rápida de la visión.
Los primeros síntomas de que se está produciendo un desprendimiento de retina, son la aparición de manchas, moscas flotantes, luces destelleantes, sombras, que van evolucionando. La consulta con el oftalmólogo es fundamental si se percibe cualquiera de estos síntomas ya que, de no realizarse, derivará en la aparición de una especie de cortina o sombra oscura que va avanzando e impide ver.
Por lo tanto, la pronta consulta con el especialista es esencial si se percibe alguno o varios de estos síntomas, pues puede tratarse de una urgencia oftalomológica. Tras un cuidadoso examen del fondo del ojo se descartará un posible desprendimiento de retina o, en caso contrario, de deberá comenzar el tratamiento lo antes posible.
En muchos casos, el tratamiento posibilita conservar la visión y, por otra parte, los desprendimientos de retina no pueden mejorar sin tratamiento. Algunos pacientes presentarán casos más complejos que otros, razón por la que hay que huir de generalizaciones.
En un principio, alrededor de la lesión se aplica un tratamiento preventivo de desprendimiento de retina basado en la fotocoagulación con láser para lograr una fuerte adhesión del epitelio pigmentario y así prevenir el desprendimiento de retina.
En este caso no se trata de un procedimiento quirúrgico, se realiza de forma ambulatoria y la recuperación es pronta, aunque se aplica anestesia local para sedar el ojo.
Cuando se produce el desgarro o rotura, salvo que otras razones lo desaconsejen, el tratamiento debe ser quirúrgico.
La operación consiste, básicamente, en crear cicatrices adherentes entre la retina y la coroides por fotocoagulación con láser o crioterapia, por lo que tanto en el pre como en el postoperatorio es necesaria la movilización.
La única forma de hacerlo es a través de la cirugía, aplicando diversos procedimientos con el objetivo de volver a colocar la retina desprendida en su posición normal. Se raliza mediante cualquiera de los distintos métodos disponibles, cuya elección deberá hacerse de forma personalizada, teniendo en consideración distintos factores, pero por lo general se considera un operación urgente.
A la hora de determinar el tipo de intervención, habrá que tener en cuenta si el paciente no está operado de cataratas en cuyo caso se utilizará la cirugía clásica. La vitrectomía se recomienda para pacientes con cirugía de cataratas.
La mayor o menor urgencia de la cirugía dependerá de aspectos como la localización y gravedad del desprendimiento. Si no hay motivos que lo impidan, una cirugía realizada el mismo día puede evitar males mayores cuando el desprendimiento no haya afectado a la mácula, el área de la visión central.
A su vez, actuar con premura puede ayudar de forma decisiva a prevenir un desprendimiento mayor y, por lo tanto, aumentará la probabilidad de conservar la buena visión. El tiempo, por lo tanto, puede ser tanto un gran aliado como un elemento que juegue en contra.
Actualmente, la estancia en el hospital es corta, y por lo general supone pasar una noche en el hospital. Por último, la recuperación tras la operación requiere de varios meses para una vuelta a la normalidad, aunque los resultados pueden ser muy desiguales, en función de cada caso.
El éxito de la cirugía depende de muchas razones, entre ellas la gravedad y madurez de la enfermedad, al tiempo que pueden existir distintos efectos secundarios tras la operación, como las infecciones, la presión ocular alta o el sangrado.