Es difícil exagerar la enorme importancia de la córnea en la calidad de la visión. Tengamos en cuenta que la córnea transmite la luz al ojo, con lo que actúa como una lente natural. En concreto, permite el paso de la luz al interior del ojo, al tiempo que protege el iris y el cristalino. Asimismo, posee propiedades ópticas de refracción y para garantizar su función debe ser una membrana delgada y transparente con una curvatura adecuada.
Al tratarse del primer lente del sistema óptico de nuestros ojos, controlando el enfoque y la entrada de luz, es un tejido de gran importancia para la visión. Sus deformidades o falta de transparencia provocadas por distintas causas provocarán una imagen defectuosa en la retina.
La salud de la córnea, como pieza fundamental del sistema ocular, es clave para tener una buena visión, pues tras tocar la córnea, la luz se refracta dentro del cristalino, desde donde se reenfoca hacia la retina la capa más interna del ojo, donde comienza la transformación de los estímulos luminosos en imágenes.
Se trata, en definitiva, de un complejo proceso que se malogrará si los rayos de luz no se absorben debidamente desde un inicio por la córnea. Una circunstancia que puede producirse a consecuencia de diferentes patologías y malformaciones, como son las alergias, las lesiones, infecciones, distrofias o errores de refracción.
En efecto, a la membrana transparente y externa que recubre el iris y la pupila, conocida como córnea, pueden afectarle diferentes problemas, entre ellas la enfermedad conocida como edema corneal o córnea opaca.
Si buscamos una definición breve y concisa de la opacidad de la córnea, podemos afirmar que es una de las enfermedades de la parte anterior del globo ocular que se caracteriza por la pérdida de transparencia en la misma.
Se trata de una patología que provoca un aumento en el espesor de la misma, dificultando sus dos funciones principales, como son la transmisión y enfoque de la luz que entra en el ojo. En función de su gravedad la opacidad de la córnea y del área afectada, pues puede afectar de forma parcial, tendremos grados variables de pérdida de la visión que en casos extremos pueden causar la ceguera.
Las causas del edema corneal son muy amplias, abarcando desde las infecciones y la desnutrición o enfermedades hereditarias hasta conjuntivitis provocadas por herpes, quemaduras, tracomas, el glaucoma, cicatrizaciones, úlceras en el ojo, sensibilidad a bacterias no infecciosas o, entre otras, deficiencia de vitamina A.
Un posible efecto secundario después de la cirugía del ojo es la opacidad de la córnea. En concreto, el edema corneal tras tratamiento de cataratas mediante cirugía se produce por distintos motivos, como las condiciones preexistentes a la intervención, aumento de la presión intraocular o daños a la capa endotelial.
Por su parte, los síntomas pueden no detectarse en las primeras etapas. Así pues, además de la revisión anual aconsejada o con mayor frecuencia si así lo considera el especialista en oftalmología, es importante conocer los signos de salud. No olvidemos que en individuos sanos la córnea es clave para tener una visión clara y nítida, lubricándose continuamente con nuevas lágrimas para mantener la adecuada forma de la córnea.
En las pacientes con edema corneal, sin embargo, ésta empieza a crecer y a perder transperencia, reduciéndose la agudeza visual: visión borrosa o distorsiones de la visión como por ejemplo los halos alrededor de las luces.
En general, el tratamiento de las patologías de la córnea lo valorará el oftalmólogo en función de la causa y gravedad. Existen distintas posibilidades en función del diagnóstico, que incluyen fármacos, trasplante de córnea y cirugía láser, si bien pueden precisar de otros especialistas.
Es el caso de los médicos de cabecera u otras especialidades médicas cuando se precisa tratar la causa subyacente, como cuando el problema es causado por una enfermedad sistémica que implica a varios órganos o a todo el cuerpo.
El examen médico permite confirmar el edema corneal mediante la identificación de la inflamación de la córnea, entre otros signos de daño ocular. Como es común en medicina, actuar cuanto antes ayudará a prevenir un agravamiento, por lo que un diagnóstico temprano es fundamental y, de lo contrario, el edema corneal se agravará, aumentando también el riesgo de dañar otras estructuras en el ojo.
En caso de usarse lentes de contacto, por lo general, el oftalmólogo suele prescribir un descanso, pues éstas se apoyan en la córnea, así como ayuda farmacológica si el caso así lo requiere.
Si los medicamentos y, en su caso, el descanso de las lentillas no resuelven el problema, la cirugía puede ser una alternativa, siempre en función de cada cuadro clínico en particular. Por último, aun recurriendo a la cirugía es posible que se produzca la recurrencia del edema, ya que la cirugía es un factor de riesgo para la inflamación de la córnea.