En los años sesenta surge en Europa un movimiento de política sanitaria revolucionario denominado “desinstitucionalización”, una corriente que se procesa inicialmente en EE.UU y cuyo objetivo es la reducción de las instituciones destinadas a los enfermos de salud mental hasta prácticamente conseguir su desaparición buscando otras alternativas para esas problemáticas psíquicas. Los factores característicos de aquella psiquiatría que fue dando paso a lo que se conoce como psiquiatría comunitaria fueron: la inexistencia de consenso en el diagnóstico debido a la diversidad de escuelas, la usencia de un lenguaje médico común y la falta de cuerpos terapéuticos sistemático y con un bagaje de investigación detrás.
En Inglaterra, Maxwell Jones introduce otra forma de contemplar las enfermedades mentales dando importancia a la marginación que sufre el enfermo por la cual ante el estado opresor y la sociedad separatista empeora su estado mental. Se crean las comunidades terapéuticas y con ellas la psiquiatría comunitaria.
En España en 1986 se promulga una Ley General de Sanidad favorable a los enfermos y sus familias, que recoge en su compendio los principios fundamentales de la reforma psiquiátrica en los que se aboga por una atención comunitaria alternativa al hospital psiquiátrico, contemplando la necesidad de estructuras intermedias de rehabilitación y reinserción social y se hace mención a una hospitalización psiquiátrica en unidades ubicadas en los hospitales generales.
(Bachrach, 1977; Hansson, 1996)
La psiquiatría comunitaria presenta una concepción nueva de salud que engloba nuevos términos (Bennett y Freeman, 1991) como prevención, territorialización, continuidad de cuidados, desinstitucionalización y equipos multidisciplinares.
Los síndromes más frecuentes que los profesionales se encuentran en la atención primaria en psiquiatría comunitaria serían siguiendo a Climent: