La resonancia magnética es una prueba de diagnóstico por la imagen, que se diferencia de la medicina nuclear, de la radiología convencional y del escáner en la no emisión de radiaciones. A través de ella se pueden tratar de forma precoz la enfermedades, gracias a su diagnóstico anticipado.
Si bien tiene una cierta complejidad a nivel técnico, la resonancia magnética es un examen médico sencillo e indoloro para el paciente, aunque puede resultar algo claustrofóbico. Básicamente, se trata de una prueba diagnóstica con algunas contraindicaciones, pero normalmente no conlleva riesgo alguno.
Su complejidad se debe, por un lado, al hecho de que estemos hablando de un examen que utiliza tanto imanes como potentes ondas de radio para la obtención de imágenes del organismo. Por otra parte, lo hace sin el uso de radiación del tipo de los rayos X, lo cual supone una ventaja dentro de las opciones que ofrece la radiología.
Definir la resonancia magnética, por lo tanto, no es fácil si se quiere hacer de forma breve. Aun así, a efectos prácticos podemos definirla como un examen imagenológico conocido como resonancia magnética (IRM) para la creación de imágenes del cuerpo con fines diagnósticos.
La obtención de las imágenes del órgano explorado exige exponer al paciente a un campo magnético, así como a unas ondas de radiofrecuencia, colocando al mismo en el interior de un túnel, donde el radiólogo le escucha y le ve.
Yendo más allá, hemos de saber que para crear imágenes del cuerpo se deben sumar distintos cortes, nombre con el que se conocen éstas, pudiendo llegar a ser cientos los necesarios para la elaboración de un diagnóstico. Con ellas se trabaja en una computadora, y también es factible la impresión, en función de lo requerido.
En cuanto a los tipos de resonancia magnética, éstos dependen de la zona a explorar, entre ellas a nivel cerebral, lumbar, cervical, del corazón, área pélvica, o, por ejemplo, tórax y abdomen, entre otras.
Algunos exámenes precisan de un tinte administrado vía intravenosa para mejorar la observación de ciertas áreas. Es la denominada resonancia magnética con contraste. O, por ejemplo, con el fin de mejorar los resultados, en ocasiones se colocan espirales alrededor de la zona a examinar, unos dispositivos pensados para aumentar la eficacia de la transmisión de las ondas de radio.
A través de ella se detectan una diversidad de afecciones, como son problemas de la médula espinal, problemas cerebrales, patologías del tórax, del esqueleto, pulmones, pelvis, abdomen, manos, muñecas, pies y tobillos. Es de gran utilidad para realizar exámenes de las articulaciones, y también se realizan angiografías por resonancia magnética.
Antes de abordar la forma en la que se lleva a cabo la prueba, es importante apuntar algunos aspectos previos a considerar. Entre ellos, tener presente la posibilidad de sufrir claustrofobia, sobre todo en personas ansiosas o con tendencia a padecerla.
En estos casos, o bien se opta por una sedación o por la realización de una resonancia magnética abierta, que también ayudará a personas de edad avanzada, niños o, pongamos por caso, pacientes con movilidad reducida u obesidad.
El equipo médico también deberá realizar una serie de preguntas al paciente, revisando a su vez el historial clínico, con el fin de aconsejar o no finalmente su implementación. Asimismo, antes del examen el paciente estará en ayunas y, justo antes de entrar en la sala, debe retirar todo objeto personal de metal, incluyendo las prótesis dentales removibles.
Su conveniencia se considerará en pacientes con determinadas condiciones médicas: implantes en el oído, en las articulaciones o la implantación de marcapasos, así como enfermos renales, además de aquellos que pudieran tener pequeñas partículas de metal en el cuerpo por motivos laborales, etc.
El examen en sí se realiza con el paciente inmóvil, sobre una mesa en la que previamente se habrá tumbado, permaneciendo aislado solo en apariencia pues, como hemos apuntado, durante todo el tiempo podrá comunicarse con el equipo médico.
La duración del examen depende de los órganos explorados de que se trate, aunque suele oscilar entre los 20 ó 30 minutos. Hemos de tener en cuenta en este aspecto que se realizan pausas, ya que se obtienen imágenes de forma discontinua.
Lo que hace la resonancia magnética es exponer los protones del tejido que se va a examinar a un campo magnético, haciendo que estos emitan ondas de radiofrecuencia, que se transformarán en imágenes de gran calidad.
Al tratarse de una técnica no invasiva, y de que no usa ninguna radiación, supone un gran avance médico, sin dejar de apuntar la necesidad de tener en cuenta las contraindicaciones. Por ejemplo, aplicada a la enfermedad coronaria podrían determinar el riesgo de sufrir un infarto, siendo de gran ayuda para el diagnóstico, prevención y pronóstico de distintas enfermedades.
Así pues, al menos por ahora, la ciencia no ha atribuido efectos secundarios a las tecnologías aplicadas, concretamente a los campos magnéticos y las ondas de radio. Aunque también hay que puntualizar que existen circunstancias específicas que requieren de atención, como en el caso de que las piezas metálicas puedan desplazarse o alterar su posición.
Por otro lado, el medio de contraste utilizado más común es el gadolinio, un tinte muy seguro que, sin embargo, en raras ocasiones puede provocar reacciones alérgicas, además de estar contraindicado en pacientes sometidos a diálisis.
En definitiva, son particularidades que deben considerarse a nivel médico para tomar las medidas necesarias o, en caso de ser mejor para el paciente, incluso a la hora de valorar su conveniencia y optar por no realizarlo.
En caso de hacerlo, tener en cuenta los resultados es las anomalías se detectan como consecuencia de las señales de resonancia magnética que devuelven los diferentes tipos de tejidos. Es así como, finalmente, a partir de las diferentes señales enviadas por tejidos sanos o, en su caso, enfermos, se obtiene una valiosa información sobre el estado de salud del paciente con respecto al área explorada.