Las bursas son bolsas que se encuentran en puntos de roce de tendones, músculos y huesos, produciendo un efecto amortiguador, facilitando el movimiento normal. La bursitis se produce por inflamación o irritación de las bursas, que llegan hasta las 150 en todo el organismo, y que afecta fundamentalmente a rodillas, hombros, pelvis, caderas, codos, talón y dedos del pie, zonas todas ellas zonas con movimiento de articulaciones reiterativo de forma diaria.
Las causas de la bursitis las encontramos en una sobrecarga de las articulaciones, en la artritis reumatoide, en la gota, en el sobrepeso, etc., aunque en muchas ocasiones las causas son desconocidas.
Los síntomas de la bursitis, van a depender de la parte del cuerpo donde se presente, pero es común a todas, el dolor, y el problema en realizar determinados movimientos habituales, la sensibilidad y la rojez sobre la articulación. También se puede presentar fiebre.
La bursitis en un primer estadío será aguda, cuando está causada por la gota, por alguna infección y se manifiesta con el enrojecimiento y mayor temperatura de la articulación. En un segundo estadía, nos encontramos con la bursitis crónica, que puede suceder a la bursitis aguda o a lesiones continuas en las articulaciones, que puede dar lugar a su vez a una debilidad en los movimientos y atrofia muscular.
Los especialistas encargados de diagnosticar y de tratar la bursitis son los traumatólogos y los reumatólogos. Existen una serie de recomendaciones comunes a la bursitis aguda y a la bursitis crónica, entre ellas:
En el caso de la bursitis crónica, además se recomienda realizar ejercicios fisioterapéuticos, la extracción del líquido que se acumule en la bursa y la receta de antibióticos o corticosteroides.
La cirugía sería el último recurso para tratar la bursitis, siendo necesaria en escasas ocasiones.