Las fracturas son una urgencia traumatológica, cuyo tratamiento puede requerir el concurso de distintos especialistas de la salud. Sin embargo, no siempre son fáciles de diagnosticar, si bien suelen provocarlas acontecimientos muy evidentes, como caídas u otros accidentes que potencialmente ocasionan traumatismos.
En este artículo vamos a definir el concepto de fractura de forma sencilla, al tiempo que repasaremos sus distintos tipos, además de abordar su no siempre fácil diagnóstico y enumerar los principales tratamientos.
Podemos considerar que la fractura es el término médico utilizado para referirnos a la rotura de un hueso. Así pues, la definición de fractura es sencilla si buscamos brevedad y concisión, al tiempo que puede afirmarse que son comunes.
De hecho, no es demasiado infrecuente que una persona sufra una o varias roturas a lo largo de su vida. Bien pensado, existen numerosas situaciones que pueden producirlas, ya que la fractura se produce cuando la fuerza física ejercida sobre el hueso es superior a la resistencia que puede oponer el mismo.
Su origen puede ser, como hemos apuntado, un traumatismo, o también de forma excepcional obedecer a otras causas, como los excesos deportivos u otros esfuerzos físicos, así como por la existencia de tumores. Por esta razón, se hace complicado en muchas ocasiones identificarla, mientras en otras el diagnóstico no ofrece ningún problema.
Existe una gran variedad de fracturas:
Las fracturas que se producen tras un accidente, como ocurre cuando se sufre un choque directo u otros traumatismos, en cuyo caso el paciente siente dolor y resulta difícil o imposible mover el miembro afectado.
Asimismo, en estos tipos de fractura puede aparecer un hematoma, si bien no de forma inmediata, al cabo de uno o dos días. En estas situaciones, como es bien sabido, además del dolor, las personas no profesionales deben evitar mover al paciente para no mover los fragmentos óseos y así complicar su cura.
Otro tipo de fractura, como se apuntó, consiste en la fractura patológica ocasionada por la edad avanzada, la osteoporosis o la metástasis ósea provocada por un tumor, entre otras posibilidades. Son fracturas que, en ocasiones, resultan difíciles de diagnosticar, pues por lo general no cursan con dolor y no se reconocen fácilmente en las pruebas de diagnóstico por imagen, como las radiografías.
Además de esta tipología, las fracturas pueden ser de muchas otras clases, aunque es muy común dividirlas en desplazadas y no desplazadas, así como en abiertas o cerradas.
Las fractura desplazadas o no desplazadas, por un lado, aluden a la alineación del hueso afectado. Es decir, cuando se trata de una fractura desplazada, el hueso no está correctamente alineado. A su vez, en una fractura no desplazada, el hueso mantiene su alineación.
Una fractura cerrada, por otro lado, no presenta heridas abiertas en la piel, si bien el hueso se ha roto, permaneciendo de forma interna. Por el contrario, cuando el hueso atraviesa la piel estamos ante una fractura abierta, en la que, frente a la fractura cerrada, existe el riesgo de que ésta se complique de provocarse una infección.
Las fracturas de rodilla o de cadera, ambos traumatismos bastante comunes, son lesiones que pueden ocasionarse de forma directa o indirecta y tener un mayor o menor grado de gravedad y complejidad.
La fractura de cadera se produce al romperse algunas de las partes de la articulación de la cadera. Es más frecuente en personas por encima de 65 años y también en mujeres. Puede estar asociada a la osteoporosis en grna número de casos. El tratamiento más óptimo es la operación, en la que se colocará una prótesis de cadera.
La fractura de rodilla puede ser de diferentes tipos, ya que afectan desde la parte del fémur más distante, hasta la proxal de peroné y tibia. Hay diferentes tipos, como por ejemplo la fractura de rótula, fractura de tibia, de cóndilo femoral, etc. El tratamiento dependerá del diangóstico que realice el traumatólogo y puede ser conservador, cuando es no desplazada y se puede curar mediante inmovilización con yeso. En casos más graves se recurrirá a la intervención quirúrgica y posible colocación de prótesis de rodilla.
El tratamiento de las fracturas, habida cuenta de su distinta tipología, deberá ajustarse a cada clase de trauma, al tiempo que se precisa de un diagnóstico personalizado por parte del especialista en traumatología.
De forma genérica, se puede afirmar que las distintas formas de abordar una terapia buscan un objetivo común: recuperar la forma y función de la parte de la anatomía fracturada, buscando que la consolidación ósea se desarrolle de forma adecuada.
En cuanto a los tratamientos más habituales para el tratamiento de las fracturas óseas, mencionaremos tres: inmovilización con férula, la reducción abierta y fijación interna y, en tercer lugar, la redución abierta y fijación externa.
Como su propio nombre indica, consiste en el uso de férulas fijas, -como el yeso o estructuras de metal, entre otras-, para inmovilizar al parte del cuerpo afectada durante el tiempo necesario.
En segundo lugar, la reducción abierta y fijación interna se basa en una reparación de la fractura desde su interior, con lo que se lleva a cabo una operación quirúrgica.
Se trata de una reparación del hueso para la que se emplean distintos instrumentales, como tornillos o placas, cuya función es la de mantener el hueso fijo. Su uso se recomienda solo cuando la férula no está aconsejada, por lo que solo se recurre a la cirugía cuando se trata de fracturas complicadas.
Por último, la reducción abierta y fijación externa se utiliza cuando las dos anteriores no se aconsejan. A nivel práctico, se traduce en la realización de la intervención quirúrgica junto con una fijación externa colocada posteriormente para facilitar la consolidación del hueso.
Identifican el riesgo de una mala recuperación de fracturas en ancianos
Además de la mayor o menor gravedad de una caída, la recuperación de la capacidad funcional la determinan factores muy distintos. En el caso de las fracturas de cadera y muñeca, los expertos en Traumatología han identificado un mayor impacto en personas de mayor edad, con más enfermedades asociadas, así como un menor nivel de educación y red de apoyo social.
Así lo concluye un nuevo estudio llevado a cabo por científicos de la Red de Investigación en Servicios de Salud en Enfermedades Crónicas (REDISSEC-ISCIII) con el objetivo de evaluar el impacto de las fracturas de cadera y muñeca en personas de avanzada edad.
A la luz de los resultados, los investigadores estiman posible identificar a aquellas personas con un mayor riesgo de presentar una mala recuperación funcional desde un principio. Curiosamente, "la recuperación funcional no se relaciona ni con las características de la fractura, ni con el tratamiento proporcionado", explica Itziar Vergara, investigadora que ha elaborado su tesis doctoral sobre este mismo tema en la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/EHU).
Vergara pone como ejemplo el sistema público de salud vasco para ilustrar la interpretación de estos resultados cuando afirma que en dicha autonomía "el grado de capacidad profesional y tecnológica para atender a un sujeto fracturado es tan alto, que son capaces de igualar el resultado final, independientemente de lo complicada que sea la fractura".
Vivir con la enfermedad de los huesos de cristal
A pesar de ser muy joven, Jose María lleva unas 80 fracturas óseas en toda su vida y ya se ha sometido a seis operaciones. Este niño de 12 años fue diagnosticado de una enfermedad rara llamada “osteogénesis imperfecta”, más conocida como “la enfermedad de los huesos de cristal”.
Su calidad de vida ha mejorado mucho gracias a la ayuda de una de las dos únicas unidades en España para tratar este trastorno. Sin embargo, todavía queda mucho por andar y muchos retos por superar. Su diagnóstico corresponde a los especialistas en cirugía ortopédica y traumatología, que consideran fundamental la investigación en este ámbito, para la mejora de la calidad de vida de los niños que la padecen.
Jose María tiene los huesos más frágiles que la mayoría de niños de su edad. Desde muy pequeño, apenas podía jugar o hacer otras actividades propias de la niñez, como practicar deporte. De todas formas, es un muchacho muy alegre, valiente y optimista, que piensa que de no haber tenido esta enfermedad no podría haber conocido a muchas personas que ahora forman parte de su vida.
Se trata de una enfermedad crónica y genética que no solo se caracteriza por la fragilidad de los huesos y sus fracturas, sino que puede generar otros problemas como inestabilidad articular, sordera, dientes quebradizos o problemas cardíacos.