El ojo seco, es la expresión popular con la que se denomina la sequedad ocular, una de las afecciones oftalmológicas más frecuentes. Básicamente, las personas que padecen este problema de salud, también denominado síndrome o enfermedad del ojo seco, que se caracteriza por un déficit o ausencia de lágrimas.
Teniendo en cuenta que las lágrimas juegan un importante papel de protección esencial para los ojos, actuando a nivel de lubricación y antiséptico, entre otras funciones de este fluido externo. No en vano, las lágrimas son fundamentales para mantener la salud de los ojos, desde prevenir infecciones hasta preservar la agudeza visual.
La definición de ojo seco es sencilla si nos centramos en la incomodidad diaria que supone la sensación de sequedad ocular, provocando un disconfort que puede tener consecuencias médicas.
El ojo seco es una enfermedad oftalmológica causada por una inadecuada humectación ocular ocasionada por diferentes causas: la producción insuficiente o inexistente de lágrimas, una mala calidad de las mismas o, entre otras, una posible deficiente distribución sobre la superficie ocular.
De hecho, estas causas, a su vez se deben a otras que conducen a ellas, como apuntamos en el siguiente epígrafe. Volviendo a la definición de ojo seco, apuntaremos que los problemas oculares se deben a que la superficie del ojo no se encuentra bien lubricada, deteriorando la calidad de vida, además de posibles lesiones en la conjuntiva y en la córnea.
Las causas del ojo seco pueden ser diversas. Desde la contaminación, los ambientes climatizados, el viento, la exposición al sol, la edad, el uso de lentes de contacto, de pantallas electrónicas, las enfermedades reumáticas, el síndrome inmunitario conocido como Sjögren o también la edad. En concreto, esta afección se vuelve más común con la edad.
Por otro lado, el ojo seco también pueden causarlo algunos medicamentos, como algunos betabloqueantes y antidepresivos. En particular, la farmacología destinada a tratamientos de distintas patologías, como el resfriado, las alergias, cuadros de ansiedad o, por ejemplo, el reemplazo hormonal, por lo general utilizados en la menopausia.
La lista de motivos potencialmente detrás del ojo seco es realmente un listado abierto, por lo que es clave estar atentos a los síntomas para identificarlo, si bien será el oftalmólogo quien lo diagnosticará y resolverá nuestras dudas. No en vano, se trata de una enfermedad multifactorial. Por lo demás, a menudo se presenta en personas que tienen buena salud.
Como hemos apuntado, la sequedad del ojo produce una incómoda sensibilidad ocular que se traduce en una sensación de falta de lubricación en el ojo, además de tener dificultad para abrir los ojos por la mañana e incomodidad con la luz. Incluso se puede sentir cierto ardor y picazón, como si se tuviera arenilla en los ojos, pues la falta de lubricación irrita el ojo.
La visión borrosa puede ser también un síntoma pero sobre todo, lógicamente, hemos de fijarnos en la escasa producción de lágrimas. Aunque el ojo seco igualmente pueda ocasionar lagrimeo si el ojo sufre una incomodidad, por ejemplo, cuando se introduce un cuerpo extraño.
En casos más graves y, en ocasiones, crónicos, hablamos de ojo seco severo, afectando de forma considerable a la calidad de vida. Las causas son menos frecuentes que las de ojo seco y se puede deber a haberse quemado con químicos, haberse realizado una cirugía ocular, además del resto de causas aumentadas anteriormente que se cronifican. En este caso y como reacción se pueden producir lágrimas para protegerse, pero estas no son suficientes.
De nuevo, si fármacos como colirios o lágrimas artificiales no ayudan a corregir la sequedad ocular, el oftalmólogo valorará qué técnicas pueden ser convenientes, ya que estaríamos ante un caso de ojo seco severo.
Algunas de ellas son el suero autólogo o procedimientos quirúrgicos que mejoran de la disfunción de las glándulas de Meibono, una de sus posibles causas. Ya sea, por ejemplo, la exfoliación del borde de los párpados mediante láser o el sondaje de dichas glándulas. También se puede utilizar el plasma rico en plaquetas.
La prevención puede ayudar a corregir este problema, así como a evitar que se produzca. No siempre es posible hacerlo, pero en muchas ocasiones es posible mantenerse alejado de los ambientes secos, así como de otros distintos factores de riesgo evitables.
Afortunadamente, el pronóstico suele ser bueno, pues el problema no suele ocasionar una pérdida de visión, si bien la agudeza visual se puede ver afectada. A su vez, hay que tener en cuenta las posibles complicaciones, ya que la córnea puede resultar dañada o infectada, puesto que la lágrima nutre la córnea y la protege.
Será conveniente acudir al oftalmólogo cuando se sienta un dolor o enrojecimiento en los ojos acompañado de varios o todos los síntomas señalados. En particular, cuando no se observa mejoría al cabo de unos días.
Además de tomar medidas preventivas de forma sencilla, evitando la exposición, de no observarse una mejoría significativa es importante acudir al especialista de salud, bien a nuestro médico de cabecera o directamente al oftalmólogo.
El tratamiento más habitual para el ojo seco son las lágrimas artificiales, aplicadas de dos a cuatro veces al día. De no ser suficiente, puede ser necesario desde la limpieza del borde palpebral o un apoyo farmacológico mayor con corticoides o ciclosporina hasta la necesidad de pasar por quirófano.
En este último caso, la cirugía se realiza para cerrar los conductos de las vías lagrimales con el fin de que las lágrimas se escapen por la nariz. Por último, en ocasiones el uso de gafas o lentes de contacto pueden ayudar a preservar la humedad en los ojos.
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