No todos los lunares o verrugas son tumores cutáneos, aunque es importante estar atentos a su aparición, aspecto y cambios en su aspecto, así en lo que respecta a distintos síntomas para buscar atención médica.
Entre otros síntomas, cuando los bordes son irregulares, se tiene sensación de dolor o se observa un sangrado o abultamiento en su superficie o, por ejemplo, si existe un enrojecimiento e inflamación.
Asimismo, hay que observar si tiene una apariencia escamosa, si se ulcera o, por ejemplo, si el color no es uniforme de una zona a otra del mismo y va cambiando de apariencia de forma rápida, pues podríamos estar ante un tumor maligno.
A nivel estadístico, los tumores cutáneos o de piel son relativamente habituales, si bien la mayor parte son de tipo benigno. De hecho, de cada tres cánceres, uno es un cáncer de piel. Así pues, estos tumores pueden resultar benignos o malignos, en cuyo caso, podrá tratarse o bien de tumores no melanoma o de un melanoma cutáneo.
Además de los breves apuntes dados al respecto, es importante examinar la piel de forma regular, no sin antes familiarizarse con los lunares para poder identificarlos. Asimismo, además de consultar al médico o dermatólogo de forma prioritaria para el diagnóstico, a la hora de observar cambios, clave para un diagnóstico temprano, será de gran ayuda seguir las normas del ABCE, -aunque no tienen por qué cumplirse todas-, correspondiendo la A a la asimetría; el B a los bordes irregulares; la C a un color irregular; y la D a un diámetro superior a 6 milímetros.
A la hora de clasificar un tumor cutáneo, aludiremos a la proliferación incontrolada de las células benignas o malignas de la piel, y en este segundo caso, como es sabido, el mayor peligro es la metástasis.
Dependiendo del tipo de célula cutánea que esté creciendo de forma anormal, tendrá uno u otro nombre y también podremos estar ante un cáncer más o menos peligroso.
Por lo general, los tumores cutáneos malignos son de tres tipos: de células basales (carcinoma basocelular), los más habituales o, en segundo lugar de frecuencia, de células escamosas o carcinoma espinocelular, originado a partir de los queratinocitos. Ambos, cánceres no melanoma.
Por último, los tumores de piel pueden ser melanomas, menos comunes (los dos anteriores representan alrededor del 95 por ciento del total de los casos) pero también más peligrosos. Son cánceres que se originan en los melanocitos, especialmente graves.
Los tumores cutáneos benignos, son lesiones que pueden tener distintos orígenes, distinguiéndose entre los tumores epidérmicos (queratosis seborreica, acrocordon, nevus apidérmico, queratoacantoma, o nevus de Becker, etc.), los quistes cutáneos (sebáceos, de Milium o mixoides) y los tumores con diferenciación sebácea.
Entre éstos, encontramos la hiperplasia sebácea o el nevus sebáceo de Jadossonhn. Asimismo, existen los tumores con diferenciación ecrina (siringomas) y los tumores de la dermis y tejidos subcutáneos (queloide, dermatrofiroma, lipoma o neurofibroma), además de los tumores vasculares y, dentro de éstos, hemangioma senil, granuloma piogénico y Lago venoso.
El tratamiento de los tumores cutáneos dependerá, como es lógico, del tipo de diagnóstico realizado. Para su examen, además de un examen visual, se llevará a cabo una biopsia, que puede realizarse en el mismo consultorio médico.
Cuando son benignos, el tratamiento dependerá en gran parte de su localización y tamaño. Tanto en el caso de los benignos como de los malignos el tratamiento frecuentemente incluye la extirpación mediante cirugía. Los benignos, sin embargo, crecen más lentamente, por lo que dependiendo de cada caso podría no procederse a su extirpación, e incluso no recibir tratamiento alguno.
En caso de procederse a la resección quirúrgica con bisturí de los tumores malignos, una opción común, será especialmente importante la extirpación completa del tumor en los bordes y en profundidad. De este modo, se logra dejar un margen de tejido sano que permita que los márgenes estén libres del tumor.
Los tumores malignos, por su parte, gracias a los avances médicos pueden curarse en su mayoría, aunque las probabilidades de recuperación dependerán en gran medida del tipo de cáncer y de un diagnóstico temprano. Además de la cirugía para su extracción, el tratamiento más común, se puede tratar con quimioterapia, así como por radioterapia.
Existen también tratamientos novedosos, como la terapia fotodinámica (eliminación de las células cancerosas con luz y cremas especiales) o la terapia biológica buscando que el mismo organismo pueda hacerle frente.
En ocasiones no es necesaria cirugía convencional para su extirpación. La quimioterapia tópica por medio de una pomada o loción con la que se persigue destruir el tejido anormal, es decir, las células cancerosas. En otras, podría no aconsejarse por problemas de tensión en la sutura y cercanía en la resección, básicamente por estar situados en lugares que pudieran deformar el rostro.
En caso de no aplicarse la cirugía convencional, la resección y sutura tradicionales se evitarían, y podrían encontrarse alternativas menos invasivas gracias a técnicas como la criocirugía, el láser o la electro resección.
Un nuevo medicamento para el tumor cutáneo
Un tumor cutáneno en el rostro que es causado por una excesiva exposición al sol puede convertirse en un complejo para los pacientes cuando este está en una fase avanzada. La aprobación de un nuevo medicamento en España puede permitir mejorar la situación terapéutica de los pacientes que no pueden ser tratados por cirugía estética o radiación.
El tumor cutáneo puede causar una desfiguración en el rostro que afecta a la vida social del enfermo cuando se encuentra en la capa basal de la piel. Alrededor de 500 pacientes tratados en centros de oncología en España no pueden operarse y para beneficiarlos el Ministerio de Sanidad ha autorizado la financiación de este nuevo medicamento.
Su principio de actuación es simple: El fármaco desarrollado y comercializado por Roche disminuye o detiene el crecimiento de las células cancerosas, con tanta potencia que es incluso capaz de matarlas.
El carcinoma basocelular es el tipo de cáncer de piel más común y se localiza en zonas más expuestas a la luz solar, como la nariz, el cuero cabelludo, el contorno de los ojos, pabellones auriculares u otras partes del rostro y suele afectar a personas de entre 50 y 60 años. Se calcula que la mitad de la población tendrá al menos uno a partir de los 60 años.