El láser dermatológico está formado por un conjunto de tecnologías entre las que se encuentran distintos tipos de láser, siendo el láser CO2 uno de los más usados, y la luz pulsada.
La técnica láser constituye todo un avance en la dermatología, del mismo modo que ha ocurrido en otros muchos campos de la medicina. En particular, el láser dermatológico se ha revelado como una eficaz herramienta para tratar determinadas enfermedades de la piel.
Pero, antes de entrar en este aspecto específico, veamos qué es el láser, una tecnología basada en una luz amplificada gracias a la emisión estimulada de radiación, convirtiéndose en una fuente de luz cuya radiación produce efectos biológicos especiales.
Por lo tanto, es su uso a través de distintos dispositivos que la generan como se utiliza con fines terapéuticos. En el caso que nos ocupa, la emisión láser se lleva a cabo a través de sistemas desarrollados para aprovechar tres posibles efectos del mismo en la piel.
Por un lado, el efecto foto térmico, así como el fotoquímico, así como los efectos fotomecánicos. Todos ellos coexistentes, si bien predominan unos u otros para su uso selectivo en dermatología.
A partir de lo apuntado, podemos afirmar que el láser puede ser usado de forma selectiva, en función de su utilidad para tratar distintos problemas de salud o cosméticos relacionados con la piel.
Para ello, se precisarán equipos láser adecuados, como el CO2 ultra populsado, el KTP, el Nd-YANG o, por ejemplo, la luz ultra pulsada. Son muchos los dispositivos, cuyas mejoras son constantes.
Entre ellos, el láser CO2 es el más utilizado en dermatología, aunque las novedades son constantes. No olvidemos que la tecnología del láser aplicada a la medicina ha evolucionado de forma importante en los últimos años.
En cuanto a patologías tratadas, el láser es muy efectivo en el tratamiento de malformaciones congénicas como lagos venosos, rosácea o granulomas faciales, entre otras lesiones vasculares.
El láser, por otra parte, se aplica también a la hora de realizar intervenciones quirúrgicas. En concreto, su uso en cirugía dermatológica se puede utilizar para retirar tumores benignos, como léntigos, queratosis, verrugas o pequeños quistes. También se utiliza para tratar cicatrices
Su aplicación resulta, por lo general, muy efectiva, siendo una buena alternativa cuando los tratamientos tópicos no responden como se esperaba.
Sin embargo, existen patologías dermatológicas que no deben tratarse con láser, en muchas ocasiones debido a la tipología y/o gravedad de las lesiones. Por lo tanto, siempre será necesario obtener el necesario diagnóstico para decidir si es adecuado o no tratarlas con láser.
En otras palabras, hasta que no se tenga un diagnóstico claro sobre la lesión de que se trate, la aplicación del láser no debe decidirse. En caso de tratarse de tumores, la biopsia previa orientará al respecto.
Básicamente, el láser tiene grandes aplicaciones terapéuticas en enfermedades dermatológicas benignas y superficiales, tras un diagnóstico que así lo confirme. Para llevarlo a cabo, se procederá a la escisión con el fin de proceder al estudio anatomo-patológico que arroje luz al respecto.
Por otro lado, no podemos pasar por alto el uso del láser en intervenciones quirúrgicas, utilizado como si de un bisturí se tratase. Sus ventajas han sido ampliamente difundidas a través de revistas científicas y, en fin, actualmente son bien conocidas, si bien es cierto que se precisa de una formación específica para su utilización.
Asismismo, puede ayudar a nivel cosmético, ya sea para eliminar las arrugas, para el tratamiento de las manchas de la cara con láser dermatológico o, pongamos por caso, con el fin de aplicarlo en la eliminación de vello o las estrías, en este caso con mayor eficacia si éstas son recientes.
Su uso en la depilación es una opción eficaz para lograr la depilación permanente, si bien se precisan de varias sesiones con el fin de que la raíz del vello vaya perdiendo fuerza. Sin embargo, sus resultados no son igualmente efectivos en todos los pacientes, ayudando sobre todo a aquellos que tengan piel clara y vello oscuro.
El láser, por otro lado, puede utilizarse en la eliminación de pigmentos dérmicos aplicados bien a consecuencia de factores externos, como son los tatuajes o el maquillaje permanente, o también tras generarlos el mismo organismo.
En este caso, se pueden producir las mismas por las diferentes manifestaciones de la melanina en forma de melanosis solares, léntigos u otras pigmentaciones endógenas.
Por último, el láser se utiliza para el tratamiento del envejecimiento cutáneo, así como para minimizar las cicatrices que se producen a consecuencia del acné. En ambos casos, se busca la regeneración de la piel mediante la eliminación de sus capas más superficiales.
Gracias al láser no solo se consigue un efecto peeling que promueve la generación de una epidermis nueva, con lo que se reducen arrugas y la calidad de la piel. Además, el tratamiento de rejuvenecimiento cutáneo mediante láser se estimula la producción de colágeno, con lo que la piel también se mejora su apariencia, tersura y elasticidad.
La utilización del láser dermatológico conlleva algunos riesgos, como la posibilidad de que se produzcan quemaduras o un exceso de pigmentación de la piel. Dichos riesgos deberán ser debidamente explicados por el dermatólogo. Tras ser utilizado habrá que evitar la exposición solar y usar algún protector.