La obesidad se caracteriza por una demasía de grasa o tejido adiposo en el cuerpo. Se produce cuando el equilibrio calórico es positivo de forma regular, es decir, cuando se consume más de lo que se quema durante el tiempo suficiente para que la grasa se acumule en exceso. No hay que confundir con sobrepeso, que significa peso mayor del considerado adecuado para la persona y que puede proceder de los huesos, del agua del cuerpo, masa muscular, etc.
El principal riesgo de la obesidad es que puede hacer que se agraven enfermedades como la hipertensión, enfermedades cardiacas, diabetes, artritis, e incluso ciertos cánceres. En una situación de obesidad, la pérdida del 10% del peso puede ayudar a la prevención de las mismas.
La obesidad es un problema de preocupación en materia de salud a nivel mundial, ya que su incidencia desde los 80 se ha multiplicado por más del doble. En el año 2014, en todo el mundo, por encima de 1900 millones de personas en edad adulta padecían sobrepeso y de ellas, por encima de 600 millones tenían problemas de obesidad.
Por edad, por encima de los 18 años un 39% de personas en el mundo tenían problemas de sobrepeso y un 13% de obesidad. En el mundo se producen más muertes por obesidad y por sobrepeso que por insuficiencia de peso. También es un problema que afecta a la población infantil, ya que los menores de 5 años con problemas de obesidad o sobrepeso en 2014 ascendía a 41 millones.
Las causas de la obesidad no son sólo malos hábitos en la alimentación o vida sedentaria, sino que hay otros factores metabólicos, neuroendocrinos, genéticos, psicológicos, etc. que un endocrino le ayudará a detectar y tratar.
Centrándonos en los factores de riesgo para padecer obesidad, hemos de mencionar como principales los genéticos, las razones nutricionales y los factores neurales, estos últimos referidos a los mecanismos que regulan la sensación de apetito y saciedad.
La genética, en efecto, es un factor de riesgo claro. Son muchos los estudios que han constatado una significativa correlación entre la obesidad de padres e hijos naturales, si bien dicha correlación es menor o no existe cuando son hijos adoptados.
Los factores nutricionales o sobrealimentación tienen una mayor influencia cuando se inicia en la infancia. De hecho, niños obesos suelen ser también jóvenes y adultos obesos. De forma general, son las dietas ricas en grasas y carbohidratos las menos aconsejables.
Los factores neurales, por último, nos remiten al problema de las alteraciones metabólicas de la serotonina y su relación con la ingesta de alimentos. En concreto, las mutaciones en la hormona conocida como leptina tienen una gran influencia.
Como es bien sabido, para establecer el grado de obesidad de una persona se realiza el cálculo del Índice de Masa Corporal (IMC). En concreto, se divide el peso entre la altura en metros, elevado al cuadrado, concluyendo que la obesidad mórbida corresponde a un IMC superior a 40.
A la hora de aplicar distintos tratamientos es importante guiarse por una clasificación más precisa, que realiza una diferenciación entre obesidad mórbida cuando el IMC se encuentra entre 40 y 50, superobesidad si los pacientes cuentan con un IMC comprendido entre 50 y 60 y súper-superobesidad en personas cuyo IMC excede del anterior límite.
Otra manera de clasificar la obesidad alude al lugar donde se acumula la grasa de forma preponderante. A partir de este criterio, se conoce como obesidad androide aquella típica de los hombres, que acumulan la grasa en el abdomen.
Se trata de un acúmulo de grasa que se concentra en la parte superior del cuerpo, razón por la que se denomina popularmente obesidad en "forma de manzana". Un término muy gráfico que nos ayuda a recordar su patrón, por otra parte un tipo de obesidad que ocasiona trastornos cardíacos.
Por su parte, la obesidad ginoide es más común en mujeres. También conocida como obesidad en "forma de pera", hace que la grasa se acumule en gluteos y piernas y, en general, en la parte inferior del cuerpo. En este sengundo caso, los trastornos más habituales son los vasculares, aunque hay que recordar que en general la obesidad ocasiona problemas de salud.
Aunque por lo general se considera obesidad mórbida aquella que se transforma en un acúmulo graso corporal superlativo, como término médico se trata de un tipo muy concreto determinado por el Índice de Masa Coporal (IMC).
En concreto, ser diagnosticado de enfermedad mórbida implica tener un IMC entre 40 y 49.9, lo que significa tener unos 45 kilos por encima del peso ideal. Más allá de eso, los diagnósticos pueden ser de superobesidad (entre 50 y 60) y super-superobesidad, cuando se sobrepasa dicho límite.
Volviendo a la obesidad mórbida, se trata de una enfermedad grave y crónica, que requiere de un tratamiento de por vida para no volver a recuperar peso. En cuanto a sus consecuencias, merma de forma importante la calidad de vida del paciente, así como su esperanza de vida.
Las causas de la obesidad mórbida son una excesiva ingesta de calorías de forma continuada, en especial de azúcares y grasas saturadas junto con falta de ejercicio físico. Sin embargo, también pueden ocasionarlos los trastornos metabólico.
La obesidad androide o central, tal y como habíamos mencionado antes está localizada en la parte superior del cuerpo. También conocida como obesidad tipo manzana, concentra la grasa por encima de la cintura, concretamente en la cara, el tórax y la espalda baja, pero sobre todo en la región abdominal.
Se trata de un tipo de obesidad más frecuente en hombres. Al ser una grasa que se acumula en el abdomen rodea órganos vitales como el hígado el corazón, razón por la que es especialmente peligrosa y presenta complicaciones a largo plazo.
En concreto, sus complicaciones implican un mayor riesgo cardiovascular y problemas metabólicos, pudiendo derivar en enfermedades como hipertensión arterial, diabetes tipo 2, eventos vasculares cerebrales, colesterol alto y daño renal, entre otras.
La obesidad androide se asocia con un perímetro de cintura superior a los 94 cm y puede tratarse con relativa facilidad, fundamentalmente llevando un estilo de vida más activo y eliminando calorías en la dieta.
La obesidad ginoide, también denominada gluteofemoral, imoide, periférica o de tipo pera es más frecuente en mujeres y se caracteriza por la acumulación de grasa bajo la cintura.
En concreto, en las caderas, muslos y glúteos, razón por la que es frecuente la imagen de las típicas cartucheras o pistoleras. Se trata de una obesidad asociada a un perímetro de cintura superior a los 80 cm, y lleva aparejado un riesgo para la salud.
Aunque se considera menos peligrosa que la obesidad androide también reviste riesgo para la salud, como problemas de riñones, vejiga o útero, problemas circulatorios, artrosis, fatiga crónica y varices.
Si bien no implica tantos problemas cardiovasculares, enfermedades metabólicas o crónicas, al tratarse de un tejido activo más estable eliminarlo es especialmente complicado.
Los pacientes que padecen este tipo de obesidad, en efecto, tienen problemas para reducir su peso, pues se trata de una grasa menos activa que la que se concentra en la parte superior del cuerpo, como ocurre con el tipo androide.
La obesidad o exceso de grasa corporal en los más pequeños no es sinónimo de sobrepeso, si bien en ambos casos se habla de un peso no saludable para el infante. Mientras la obesidad alude al peso de un niño cuando está en un rango superior al de otros la misma edad y estatura. Además, aquel no solo puede deberse a grasa, sino al músculo, hueso o agua extras.
La comida excesiva de forma prolongada en el tiempo es su causa principal, al margen de posibles problemas de salud o causas genéticas que puedan contribuir a ello en algunos pacientes. Si bien los bebés y niños pequeños responden a un comportamiento auto regulador, en función de la sensación de hambre y saciedad, existen factores de riesgo ambientales que provocan el aumento de la obesidad.
Entre otros, el aumento del sedentarismo (pasan más tiempo frente a las pantallas de televisión, videojuegos y ordenador) y una mayor ingesta de calorías como consecuencia de la elección de alimentos poco saludables, fomentados a través de los anuncios de televisión.
Asimismo, los expertos desaconsejan el uso de los alimentos para consolar o entretener a un niño, con el problema añadido de que acaba convirtiéndose en un hábito que se prolonga a la edad adulta. Por último, es importante señalar que la baja actividad tiroidea, ciertos medicamentos, o trastornos hormonales pueden aumentar el apetito.
El sobrepeso puede ser un problema para llevar un embarazo sano, conlleva la aparición de problemas en el parto y dispara la probabilidad de tener un bebé con exceso de peso.
Estas son las principales conclusiones de un estudio publicado en la revista Diabetes Care, en el que se han analizado los datos de 10.000 mujeres embarazadas, entres las que algunas habían desarrollado diabetes gestacional.
Si se gana demasiado peso durante el embarazo, más allá de los 12 kilos recomendados como máximo, también aumentan las posibilidades de que el feto sobrepase el peso que le corresponde según su edad gestacional.
A su vez, la investigación demuestra que los niños más grandes suelen padecer complicaciones en el parto y ser unos niños y adultos obesos. Mientras las embarazadas con sobrepeso aumentan sus probabilidades de tener bebés con más peso en un 65 por ciento, éstas se disparan hasta el 163 por ciento en las mujeres obesas.
Por otra parte, la madre corre un mayor riesgo de sufrir importantes alteraciones metabólicas. Cuando el sobrepeso se tiene al inicio de la gestación" aumenta el riesgo de desarrollar diabetes gestacional", dice José Manuel Ramón y Cajal, ginecólogo del Hospital San Jorge de Huesca.
"El sobrepeso antes del embarazo, la diabetes gestacional y ganar un exceso de peso durante la gestación propician la aparición de problemas durante el embarazo y el parto", explica Mary Helen Black, líder de la investigación e investigadora de la organización californiana Kaiser Permanente, proveedora de servicios de salud y seguros médicos.
El mejor tratamiento es la prevención, combinando cambio en los hábitos de alimentación y mejora en la nutrición, con más ejercicio y con fármacos si así lo recomienda su médico o endocrino, además los enfoques más vanguardistas dicen que hay que tender a dar seguimiento a posibles enfermedades vinculadas, como las cardiacas o del metabolismo.
En el caso de la obesidad mórbida, se requiere de un diagnóstico previo para así poder pautar el tratamiento adecuado. De forma general, éste se basa en la reducción de las calorías y en un aumento de la actividad física, buscando una reducción del peso paulatina de alrededor de medio kilógramo por semana. Por último, pueden aconsejarse fármacos o cirugía
En el caso de la obesidad infantil, el tratamiento debe incluir un examen físico, preguntas sobre sus hábitos alimentarios, estilo de vida y repaso de su historia clínica. También pueden hacerse análisis de sangre para buscar problema endocrinos o tiroideos. Finalmente, además de los buenos hábitos basados en una alimentación más saludable y ser más activo. Raramente se recomiendan medicamentos o cirugía bariátrica, en cuyo caso se esperará a que haya completado su crecimento.
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La familia y el entorno educativo, claves contra la obesidad infantil
El éxito en el tratamiento de la obesidad infantil exige una intervención desde distintos frentes, sobre todo mediante la intervención en los entornos familiar y educativo de los niños, según concluyeron especialistas reujnidos en el "Workshop How to tackle the obesity epidemic in European children", organizado por la Fundación Iberoamericana de Nutrición (FINUT).
La mejora de los hábitos de vida saludables detectada en los últimos años, esenciales para luchar contra la obesidad infantil, no ha sido suficiente para que disminuya el número de niños obesos, recordaron los expertos durante el evento.
“Es importante seguir mejorando las intervenciones en este sector de la población conociendo más profundamente los condicionantes que llevan implícitos”, sobre todo en lo relativo a su influencia en el entorno familiar y educativo. No en vano, la obesidad es "un problema multifactorial, de gran complejidad", apunta Luis Moreno, presidente de la Sociedad Española de Nutrición (SEN).
Entre las líneas de actuación prioritarias señaladas por los expertos, se apunta a combinar la dieta saludable con la actividad física, buscando la reducción de los comportamientos sedentarios. A partir de estos principios generales deberían implementarse políticas efectivas desde la Administración, concluyen.
Fuente: Infosalud
El sistema inmunitario podría tener relación con la obesidad
La prevención de la obesidad se realiza fundamentalmente con un estilo de vida activo y una dieta sana, rica en alimentos de todo tipo y baja en grasas. Además, la genética también influye mucho en la forma de procesar los alimentos de cada personas. Ahora se sabe que hay un nuevo factor a añadir a estos factores de riesgo. Se trata del sistema inmunitario, que también puede jugar un papel importante en el riesgo de obesidad.
Este estudio ha sido publicado en la revista “Immunity”, aunque no es el único al respecto. Antes, investigaciones previas ya habían sentado las bases de la relación entre el metabolismo y el sistema inmune, hablando de cómo las células inmunes ayudan a liberar energía por parte del tejido graso. Esto explicaría la tendencia a acumular más materia adiposa en determinado tipo de gente.
Algunas células de grasa producen moléculas inflamatorias que pueden afectar al funcionamiento normal del sistema inmune, por lo que incluso algunos profesionales han llegado a considerar la obesidad como una enfermedad inmunitaria, y empezar a tratarla como tal después de su diagnóstico. Este nuevo descubrimiento puede ayudar a combatir de forma más eficiente el sobrepeso, que afecta a un porcentaje muy grande de la población mundial.
Imagen: Kyle May en Flickr
El ejercicio activa la grasa parda contra la obesidad
Una nueva posibilidad para controlar la obesidad se abre con una investigación que lleva a cabo el Departamento de Educación Física y Deportiva en la Facultad de Ciencias del Deporte de la Universidad de Granada, sobre el tejido adiposo pardo y su activación en el momento de la realización de ejercicios rutinarios. La grasa parda consume la glucosa y los lípidos almacenados en la grasa común de varios sitios del cuerpo humano.
Aunque la grasa parda se creía que sólo la poseían los recién nacidos, estudios recientes comprobaron que los adultos también la poseen y algunas revistas científicas recomiendan que la temperatura de las viviendas no debería superar los 18 grados centígrados, porque el tejido adiposo se estimula con la presencia del frío.
El estudio de la presencia de la grasa parda, permitiría mejorar la calidad de vida de pacientes con obesidad y en el control de la diabetes.
Pero qué estimula el tejido adiposo pardo: La presencia de frío que activa el sistema nervioso simpático y la presencia de la adrenalina y noradrenalina, el corazón con las hormonas petiso natriurétricos y los músculos con diferentes hormonas. Así la hipótesis de la investigación mantiene que el tejido adiposo pardo se activa con el ejercicio y que este funciona en forma de fármaco y permite la transformación de la grasa blanca en grasa beige.
Fuente: Efesalud