La infertilidad es la incapacidad de llevar adelante una gestación con éxito, es decir, para tener un bebé vivo tras un embarazo. La infertilidad puede ser primaria o secundaria, dependiendo de si la mujer ha conseguido culminar con éxito algún embarazo o no.
Afirmar que existe dificultad para dar vida es una manera breve y sencilla de definir la infertilidad. Yendo más allá, aplicar el término al ser humano significa, actualmente, sostener que constituye un problema de salud pública que afecta a alrededor de 80 millones de personas en todo el mundo.
Ya se intente concebir en pareja o de forma independiente (con la donación de espermatozoides o un vientre de alquiler), de forma general la infertilidad se refiere a la dificultad de llevar a término un embarazo.
En la práctica, se ha convenido definir la infertilidad como la dificultad de una pareja para concebir tras dos años de relaciones sexuales regulares, sin ningún tipo de contraceptivos. Por otro lado, si esa dificultad se convierte en imposibilidad, entonces estaríamos ante una situación de esterilidad.
Los dos tipos de infertilidad más generales son la infertilidad primaria, cuando ningún embarazo ha llegado a término de forma satisfactoria y la secundaria, que ocurre cuando sobrevienen los abortos tras haber logrado alguna gestación normal.
La infertilidad primaria, desde un punto de vista práctico, por lo tanto, se refiere a aquella que afecta a parejas que no han podido lograr un embarazo tras un año de relaciones sexuales sin protección y que no han tenido ningún hijo.
Éste sería el momento de conocer la posible existencia de alguna alteración acudiendo a un especialista para someterse a un estudio de fertilidad. En función de los resultados se podrá o no hallar la causa y determinar un tratamiento, bien sea tratar una posible infección o problema de salud que la causa o simplemente recibir asesoramiento sobre sexualidad.
En algunos casos se hace necesario recurrir a las técnicas de reproducción asistida. En contra de lo que suele creerse, el diagnóstico de infertilidad primaria no significa tener que recurrir a ésta. No en vano, una de cada cinco parejas con este diagnóstico logran el embarazo sin tratamiento y más de la mitad sin necesitar la reproducción asistida.
En caso de infertilidad secundaria se tiene dificultad para volver a concebir o llevar a término el siguiente embarazo y los factores pueden ser los mismos que en el tipo primario. Superar esta condición puede requerir visitar a un especialista en fertilidad, lo cual a su vez implica superar sensaciones de culpabilidad, tristeza, enfado, culpa, emociones contradictorias y también negación, en ocasiones también muy comunes en parejas que sufren infertilidad primaria.
A partir de la brevísima definición apuntada al inicio del artículo podemos encontrar distintas variaciones. Entre ellas, se considera una referencia la definición contenida en la Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que la define como "una enfermedad del sistema reproductivo definido por el fracaso para lograr un embarazo clínico después de doce meses o más de relaciones sexuales regulares y sin protección".
Su concepto de enfermedad no siempre es compartida, pues en muchas ocasiones la infertilidad pueden provocarla otra u otras enfermedades o problemas de salud diferentes.
Son muchos los factores que contribuyen a ocasionar tanto la infertilidad femenina como la infertilidad masculina. Si la edad de la mujer es un factor importante (siendo máxima la fertilidad de 20 a 27 años y comenzando a disminuir a partir de los 35), el modo de vida también repercute.
Además de la calidad del semen, existen problemas asociados al aparato genital femenino han de tenerse en cuenta, ya sea a nivel del útero, los ovarios, las trompas o a consecuencia de fallos hormonales. Asimismo, están el estrés y el factor genético, cuyas anomalías cromosómicas pueden ocasionar abortos espontáneos.
También existen otra causas asociadas a enfermedades como por ejemplo padecer algún cáncer, trastornos autoinmunitarios, problemas de coagulación, ejercicio excesivo, diabetes, uso de algunos medicamentos, como los relacionados con la quimioterapia, excesos en el consumo de alcohol, edad avanzada, tabaquismo, obesidad, padecer una enfermedad tiroidea, problemas hormonales, etc. Por ejemplo, el hipotiroidismo puede provocar una pérdida de embarazo.
Sin embargo, como ocurre con cualquier generalidad, han de tenerse en cuenta las características de cada persona al hacer el correspondiente chequeo médico para llegar a conclusiones.
Aunque la infertilidad y la esterilidad son conceptos que hacen referencia a la dificultad o imposibilidad de tener un bebé, en realidad aluden a realidades muy distintas.
Mientras la esterilidad es la incapacidad total para concebir, la infertilidad significa no poder llevar a término un embarazo tras haber logrado la gestación. En otras palabras, la esterilidad es la imposibilidad de lograr un embarazo.
Mientras alrededor del 10 por ciento de las parejas son infértiles (con causas atribuibles en un 40 por ciento al hombre o a la mujer y el resto a causas mixtas), solo el 1,5 por ciento son estériles. En este caso, la única opción para tener familia es la adopción.
Por último, la fecundidad alude a la capacidad de participar en la concepción de un embarazo, y también depende de distintos factores. Dicho de otro modo, la fecundidad se refiere a la reproducción biológica y, en relación al tema que nos ocupa, podriá definirse como la realización efectiva de la fertilidad.
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La soja podría mejorar los tratamientos de fertilidad
El consumo frecuente de soja podría ayudar a las mujeres a alcanzar mayores niveles de fertilidad cuando se están sometiendo a un tratamiento de este tipo, según un estudio de la Universidad de Harvard. Este alimento ayuda a combatir los efectos de un compuesto llamado bisfenol A, que se encuentra presente en los envases de muchos alimentos y que puede imitar el estrógeno. Esto podría provocar problemas reproductivos, pero no es el único efecto que se ha estudiado producido por este compuesto.
Los investigadores quisieron ver las implicaciones del consumo de este componente en el organismo, y descubrieron algo revelador: las mujeres cuya dieta incluía alimentos derivados de la soja eran menos propensas al impacto del bisfenol A, en comparación con aquellas que no consumían productos de este tipo.
Se recomienda a las mujeres que están siguiendo un tratamiento de fertilidad que disminuyan su exposición al BPA, la otra forma por la que se conoce al compuesto, pero ahora se podría aumentar la eficacia del tratamiento gracias a la dieta, que podría incluir alimentos derivados de la soja, cuyo objetivo sería inhibir el efector del bisfenol A. Sin duda es un descubrimiento muy importante que beneficiará a miles de mujeres.
Infertilidad y su relación con los trastornos psicológicos
Los trastornos psicológicos del tipo de la ansiedad, el estrés o la depresión están involucrados en una banda entre 25 y 65% de parejas que se ven afectadas por un diagnóstico de infertilidad. Estas alteraciones no solo suponen un obstáculo a la concepción con carácter previo al diagnóstico, sino que proyectan sus efectos durante el tratamiento, lo que genera un círculo vicioso del que muchas veces resulta imposible salir. Tal reflexión emana de la Sociedad Española de Fertilidad, una de cuyas especialistas afirma que la mujer se ve más afectada en este fracaso por ser ella quien, con la llegada de una nueva menstruación, es consciente del mismo en primer lugar. Estudios norteamericanos ponen de manifiesto que las mujeres afectadas de ansiedad tienden a ovular un 20 % menos tras un tratamiento de reproducción asistida, sus óvulos son fecundados en un 30 % menos de ocasiones y su riesgo de aborto se ve incrementado en otro 20 %. En el instante de recibir un diagnóstico de infertilidad la solución es aceptar la situación, lo que suele demandar apoyo psicológico de profesionales con terapias de apoyo, como técnicas de relajación o trucos para apuntalar la relación conyugal. Se recomienda una intervención integral, con seguimiento desde las primeras dificultades para conseguir un embarazo natural, durante este y que persista en la búsqueda de un segundo hijo.